Desde entonces, durante "las 24 horas del día", drones estadounidenses sobrevuelan este territorio paquistaní situado en la frontera con Afganistán.
El zumbido omnipresente de los drones y la constante posibilidad de morir casi vuelve loca a la gente, se queja Zaman. Precisamente uno de esos aviones mató a su hermanos Akbar, un maestro de religión, a lanzar un misil que impactó en el automóvil en el que viajaba. Ocurrió el que el 8 de enero de 2010.
Akhtar Zaman viajó 3 horas en autobús hasta Islamabad para contar su historia a la prensa, ya que los periodistas extranjeros no están autorizados a ir a Waziristán del Norte, un bastión de los talibanes.
Zaman llevaba consigo el registro de su hermano de la escuela estatal en la que daba clases, donde se constata su nacimiento el 21 de enero de 1971, su nacionalidad paquistaní y su religión musulmana. También una característica personal: cicatriz en un dedo del pie derecho. Y en la última línea concluye: "Fallecido el 8/1/2010".
Fuentes de los servicios secretos paquistaníes señalaron también que ese día se recibieron informaciones de la población de que un automóvil había sido destruido en el pueblo de Tappi, durante un ataque de un avión no tripulado. Añade que murieron cuatro combatientes talibanes.
Miembros de los servicios secretos admiten, sin embargo, que con frecuencia no saben a ciencia cierta si los fallecidos en los ataques son extremistas o civiles.
"Estaba camino a la escuela. Sólo era un maestro. No tenía relaciones con los talibanes", asegura Akhtar sobre su hermano. Akbar tenía siete hijos cuando murió y un octavo nació después. "Yo los ayudo", cuenta Akhtar, aunque la situación "es muy difícil", ya que él mismo debe ocuparse también de sus ocho hijos propios.
Akbar Zaman habría tenido derecho a cobrar parte de su jubilación al cumplir diez años como maestro, para lo que le faltaban sólo dos años. Pero su familia no fue indemnizada.
"No hay ningún procedimiento, para presentar una queja" por los ataques estadounidenses, se queja Zaman. El representante del gobierno central en Waziristán del Norte sólo le dijo: "Estamos desamparados, ¿qué podemos hacer?".
El uso de drones es muy controvertido. La mayoría de los paquistaníes está en contra de los ataques estadounidenses, que comenzaron hace casi diez años y en los que pierden la vida también civiles.
El director del Instituto paquistaní para Estudios de Paz (Pips), Muhammad Amir Rana, sostuvo que si bien los ataques con aviones no tripulados causaron grandes pérdidas a los extremistas y también contribuyeron a reducir la cantidad de atentados terroristas después de 2009, "desde el punto de vida político son contraproductivos".
Y es que dan a los talibanes una excusa para su lucha, hacen que los extremistas consigan apoyo y generan odio contra Estados Unidos entre la población, explicó.
Zaman relató que los habitantes de su pueblo viven con un temor constante. Durante la noche, los drones sobrevuelan bajo, mientras que durante el día lo hacen a alturas mayores y son menos ruidosos, pero se siguen oyendo.
"Algunos tienen problemas psíquicos por el ruido permanente", indicó. Los niños tienen miedo cuando juegan al aire libre. "Durante casi todo el tiempo nuestros ojos se dirigen al cielo y contamos cuántos drones hay". Si hay cinco o más, el ataque es inminente.
Sobre todo desde la muerte de su hermano, Zaman odia a Estados Unidos con todas sus fuerzas. "Estoy lleno de sentimientos de venganza", admite. Los estadounidenses matan sin orden ni concierto a musulmanes. "Ellos son nuestros enemigos y enemigos de nuestra religión", añadió.
Si bien él mismo no combate, se alegra de que haya personas que alcen las armas contra Estados Unidos. "Si alguien cree que los drones son útiles para poner fin a la guerra o debilitar a los talibanes, está equivocado". Y es que cada víctima contribuye a que más hombres se unan a los extremistas.
El granjero desea a sus hijos, el mayor de 16 años, una buena educación. Pese a ello, si le pidieran permiso para participar en la "yihad" contra Estados Unidos les daría su aprobación.