Quince años después de que Egipto e Israel firmaran la paz, un jefe de Estado árabe y un líder israelí volvían a estrecharse la mano: el 26 de octubre de 1994, hace ahora 20 años, el entonces primer ministro israelí Itzak Rabin y el rey Hussein de Jordania firmaron un acuerdo de paz.
Israel y Jordania habían estado oficialmente en guerra más de 40 años, por lo que el acuerdo supuso el fin de una era y fue celebrado por el mundo entero. Sobre todo por el entonces presidente estadounidense Bill Clinton, que presenció la ceremonia.
"Han enviado al mundo árabe entero la señal de que la paz es imparable", dijo entonces entre ovaciones. Clinton esperaba que el acuerdo se convertiese en ejemplo para todo Cercano Oriente y que pronto Israel sellase también el fin de sus disputas con Siria y con Líbano.
Sin embargo, en los últimos 20 años Israel y Líbano se enfrentaron en una nueva guerra en 2006, y Siria e Israel nunca pusieron fin a su enemistad. Esa paz "imparable" de Clinton terminó más bien en las fronteras con Jordania.
Clinton sabía bien que las condiciones para una paz entre Israel y el reino de Jordania eran incomparablemente mejor que las de Israel con sus vecinos del norte. Ya el rey Abdulá I, que estuvo al frente del país hasta su asesinato en 1951, era considerado un jefe de Estado pragmático. Antes de la fundación de Israel se reunió con la que después fue primera ministra Golda Meir.
Después Jodania entró en guerra contra el Estado judío, pero no tanto por una cuestión ideológica sino por una cuestión muy simple: mientras Israel fuera odiado en todo el mundo árabe, el reino jordano no se atrevería a apoyarlo.
El proceso de paz en Oslo vio a Rabin, un archienemigo, estrechar la mano al entonces líder palestino Yasir Arafat. Y entonces Jordania vio vía libre para firmar la paz con su vecino sin quedar mal.
De esa nueva alianza Jordania esperaba ventajas estratégicas y económicas: ayuda financiera de Estados Unidos, el impulso de relaciones comerciales con Israel e ingresos por turismo. A su vez, Israel tenía en su país vecino una zona tapón entre el país e Irak.
Pero los dos países no pensaron en un factor importante: el pueblo. Los israelíes no confiaban demasiado en la paz y aún mayor era esa desconfianza por parte de los jordanos.
Se calcula que más de la mitad de la población de Jordania tiene raíces palestinas: se trata de refugiados o de sus hijos que huyeron durante la guerra tras la fundación del Estado de Israel en 1948 o durante la Guerra de Seis Días. Muchos observaron con recelo la paz con el Estado judío, sobre todo, porque ellos seguían sin tener el suyo propio.
Las guerras de Gaza, la segunda Intifada palestina y el fracaso de varios esfuerzos de paz siguen sembrando las dudas hoy en día en muchos jordanos.
Y es que la situación actual contradice las promesas de paz que se hicieron durante la firma del acuerdo, escribe el diario jordano "Al Ghad" con motivo del aniversario del acuerdo. El rey Hussein firmó también el acuerdo porque parecía cerca el fin del conflicto de Cercano Oriente.
"Después de dos décadas de experimento de paz el pueblo jordano no siente ningún éxito político o económico real", escribe la autora del comentario. Pero al parecer sigue dominando el pragmatismo: en septiembre, Israel y Jordania firmaron un acuerdo para el suministro de gas. (DPA)