"La fama no significa nada, no te proporciona alegría ni felicidad. Puede que te deje entrar en un restaurante muy reputado pero no es nada", afirmó el actor, que considera que hay que transmitir a los jóvenes que para entregarse y comunicar lo que sienten hay otras maneras mejor de hacerlo que ser actores y buscar la fama.
En una animada charla en Madrid con el crítico de teatro Matt Wolf dentro de las Times Talks organizadas por The New York Times, Irons, con 64 años recién cumplidos (este miércoles), demostró su inteligencia y su pasión por la vida.
"Creo que lo que debemos tratar es dejar la tierra un poco mejor, más feliz", dijo el británico, que señaló que los actores conocidos como él tienen "una gran posibilidad de influencia" en la gente, pero no por ello lo que dicen es más verdad.
"Tenemos un cierto poder, lo que no significa que tengamos más razón que un político, pero si tienes una idea, ¿por qué no diseminarla si crees que es válida?", se preguntó.
Una vocación solidaria y altruista que ha volcado en el documental "Trash", que ha producido y del que es el narrador y que denuncia la cantidad de basura que genera el ser humano.
"Tenemos que concienciar a la gente de lo grave que es la situación", el problema que genera una basura que se acumula en todos los países -el documental muestra la situación en Líbano, Vietnam o Indonesia-, porque se trata de un problema global muchas veces ligado a la riqueza de ciertos lugares.
También mostró su preocupación por el desperdicio de comida -"tiramos el 45% de la comida que producimos"- y lanzó un vehemente alegato en contra de las ofertas de 2x1 de los supermercados -"es un horror, acabamos tirando la mitad"- y a favor de los alimentos de temporada producidos lo más cerca posible de nuestras casas.
Irons se metió a la audiencia en el bolsillo con su sentido del humor británico y sutil y con su informal elegancia, con aspecto de recién salido de una tarde otoñal de la campiña británica con botas de ante gris, pantalón de pana, chaleco sobre su camisa blanca de cuello mao y con una chaqueta gris.
Entre el público,su mujer desde hace 36 años, la también actriz Sinead Cusack, que respondió con risas a la petición de una oyente de incluirla en una posible lista de candidatas en caso de que el actor decidiera divorciarse.
Porque en la charla se habló de todo y hasta de cine, el trabajo al que Irons se dedica desde 1964 y por el que ganó un Óscar en 1990 por "Reversal of fortune" ("El caso Von Bulow").
"Mi naturaleza es ver si algo vuela más que pilotar algo que ya sé que vuela, hacer cosas nuevas, soy más un piloto experimental". Y de ahí que siempre busque variar en sus elecciones y ahora por ejemplo esté protagonizando una serie de televisión, "The Borgias".
Hacer teatro, televisión o cine es lo mismo para el actor, para quien la diferencia está sólo en las rutinas de cada uno de estos medios.
Lo que busca es simplemente estar interesado en la historia. Aunque reconoció que eso a veces es un problema, "porque rodar a veces es un proceso aburrido", aseguró convencido entre las carcajadas del público.
Además, agregó, "lo triste es que no hay mucho trabajo bueno", así que cuando llega, lo atrapa, sin importar ni la experiencia ni la fama del director.
"Para mí los mejores directores son los que no saben nada, los que descubren la historia" al rodarla. "(David) Cronenberg me dijo una vez: no puedo esperar a que salga esta película y que los críticos nos digan sobre qué va".
Pese a todo, Irons se muestra satisfecho de su carrera y de sus películas, que descubre veinte años después de su rodaje, como es el caso de "The Mission" ("La Misión"), con la que aún es capaz de sorprenderse.
"La vi hace tres ó cuatro años de nuevo y ves a ese hombre joven que se parece a mi hijo...Lo puedo ver con bastante objetividad con el paso de los años".
Recibido y despedido con una avalancha de aplausos, Irons agradeció no haber sido encasillado en papeles de británico. "No hubiera querido ser David Niven toda mi vida", afirmó.