Justo antes de la pandemia, el 40 % de lo que ingresó el conglomerado The Walt Disney Company no procedió de los derechos de propiedad intelectual de sus producciones audiovisuales o de la taquilla sino de la venta de 'merchandising' y de las experiencias derivadas de sus parques de atracciones.
La popular empresa del ratón Mickey se embolsó entonces un total de 24,701 millones de dólares, o lo que es lo mismo: el PIB anual de un país como Chipre o lo que los expertos estiman que hubiera costado el muro de Trump y su mantenimiento durante diez años.
Todo responde a una máquina de marketing espoleada por los estrenos de sus diferentes marcas y por los siempre lucrativos clásicos Disney, así que resulta complicado no identificarse con las 65,000 personas que este fin de semana abarrota la urbe californiana de Anaheim para celebrar D23 Expo.
Una convención que responde a un nombre mucho más largo pero que, en la práctica, es un evento donde se venden carísimos productos Disney exclusivos y, a cambio, la firma compensa a los asistentes con una serie de paneles para que sean los primeros en conocer la fecha o los tráileres de alguno de sus próximos lanzamientos.
Además, los hasta 500 dólares que pueden llegar a costar las entradas de D23 Expo también ponen de su parte para que la empresa decida organizar cada dos años esta cita de dimensiones gigantescas en el Centro de Convenciones de Anaheim, una ciudad dormitorio de más de 350,000 habitantes próxima a Los Ángeles.
A todo esto hay que sumarle el gasto en el desplazamiento, que puede inflar mucho el precio, el alojamiento en alguno de los hoteles aledaños y, ya puestos, el coste del parque temático que Disney tiene ubicado justo frente a la sede de D23 Expo.
La distribución de cada edificio sobre el mapa es fundamental para que los asistentes, llegados de 43 países diferentes, puedan hacerse con pósteres, muñecos 'Funko' o camisetas exclusivas antes que sus competidores, que en esta ocasión son seguidores de las mismas franquicias que ellos.
"Vengo de Ciudad de México porque soy un apasionado de todas las marcas Disney, pero los precios de los productos están un poco subidos", explica el joven Bryan Villegas a Efe mientras sostiene dos grandes bolsas de plástico con las adquisiciones de la jornada.
No es el único porque su compatriota Alejandro Gasca, natural del estado de Puebla, sonríe agarrando más bolsas a la par que se declara seguidor de cómo "Disney materializa las películas en productos tangibles".
Mientras, personas ataviadas con los trajes de Anakin Skywalker, del Capitán América o de Rapunzel procesionan hasta este domingo por la tarde entre otras tantas que emulan a más personajes Disney.
Pasear durante unas horas por las inmediaciones del Centro de Convenciones de Anaheim este fin de semana implica reparar en que la auténtica diversión en D23 Expo radica en aportar cuanto más excentricidad mejor, en una cita donde escuchar la palabra 'friqui' con tono peyorativo resulta imposible.
"Míralo, míralo, no me digas que no es mono. Deberíamos haber traído al nuestro", conversa un matrimonio disfrazado de "The Incredibles" al ver por uno de los pasillos a un perro de raza Yorkshire vestido como Mike Wazowski, personaje de la película de animación "Monsters Inc.".
Los disfraces lo disimulan pero la inmensa mayoría del público es mayor de edad, adulto entrado en sus 30 años o simplemente muy adulto. Casi ni rastro de los niños en D23 Expo.
"Era un viaje muy largo y preferimos dejar a nuestros hijos con sus abuelos porque iba a ser demasiado cansado para ellos", reconocen Agnes y Philippe, quienes volaron desde París para acudir al evento.
D23 Expo supone toda una inmersión en una realidad paralela sin gafas 3D y de la que uno debe alejarse aproximadamente dos kilómetros para volver a la normalidad.
Dentro de este radio, hoteles, restaurantes y hasta tiendas de desavíos como las de la cadena 7-Eleven muestran su peculiar respeto por las marcas Disney para no decepcionar a ningún cliente y que pueda comerse esas galletas con forma de las orejas de Mickey o comprar la botella con logo que no sabía que necesitaba.
Una vez traspasados los dos kilómetros, desaparecen los carteles de 'Prohibido: Esto no es un parking del Centro de Convenciones' y se llega a un barrio que, en el poco frecuente caso de que alguna familia acudiese con sus niños a D23 Expo, no sería el mejor sitio para estacionar el coche.