"Esto no significa que EE.UU. considere que la política monetaria de Japón es problemática, pero seguiremos comunicándonos estrechamente con las autoridades financieras de cada país", dijo hoy el ministro de Finanzas japonés, Shunichi Suzuki, en una rueda de prensa.
Por su parte, el viceministro japonés de Finanzas y principal responsable en cuestiones de divisas, Masato Kanda, afirmó por su parte que el país tomará "medidas apropiadas" si se produce una volatilidad excesiva en el mercado de divisas.
Kanda tampoco consideró que la decisión de EE.UU. "suponga un problema" y afirmó que existen "numerosos factores" que afectan a la caída de la divisa, aunque no aportó más detalles sobre una posible intervención en el futuro.
A finales de abril, las autoridades del país asiático intervinieron en el mercado de divisas después de que el yen sobrepasara la barrera psicológica de las 160 unidades por dólar, un mínimo en 34 años, por lo que ante la tendencia actual no se descarta una nueva intervención si de vuelve a alcanzar esta cifra.
El yen se intercambiaba hoy entre las 158,81 y las 159,12 unidades por dólar durante las negociaciones bursátiles en Tokio.
Esta nueva depreciación del yen se produjo tras los rumores de que la Reserva Federal estadounidense (Fed) podría seguir retrasando su esperado recorte de tipos de interés y quizá realizar más subidas de tasas para controlar la inflación del país.
El pasado marzo, el Banco de Japón (BoJ) decidió subir los tipos de interés de referencia a corto plazo hasta el 0.1 %, la primera medida de este tipo en 17 años; sin embargo, el yen ha seguido cayendo, dado que la tasa está aún lejos de las aplicadas por los principales bancos centrales, entre ellos la Fed.
La debilidad de la divisa japonesa se viene asociando no solo a esta divergencia de políticas, sino a otros factores de riesgo, según los analistas, como los avances en el conflicto en Oriente Medio y el incremento en el precio del petróleo.
Un yen débil beneficia a la facturación en el extranjero de las empresas japonesas, que ven infladas sus remesas al repatriarlas y mejora la competitividad de sus productos, pero también repercute negativamente en las cuentas nacionales, al encarecer las importaciones en un país altamente dependiente de ellas.