Esta medida, pensada inicialmente para ahorrar energía y adaptar las actividades cotidianas a las horas de luz, ha generado en los últimos años una controversia sobre cómo de efectiva resulta para la reducción del consumo y, como contrapartida, cuánto desestabiliza la salud de los ciudadanos.
Según la directiva europea 2000/84/CE, los Estados miembro deben atrasar y adelantar los relojes dos veces al año: se atrasan cuando se entra en horario de invierno y se adelantan cuando se da la bienvenida al de verano.
De este modo, a partir del próximo domingo amanecerá mas tarde y las tardes serán más largas porque se ganará una hora más de luz.
En 2018, una consulta pública organizada por la Comisión Europea reveló que el 80 por ciento de los 4.6 millones de personas que participaron estaba a favor de terminar con el cambio horario.
Pese a la presión por parte de algunos Estados miembro, se decidió mantener de momento el cambio estacional de horario, que se aplica los últimos domingos de marzo y de octubre.