Para los políticos, la cita supone un desafío no exento de cierto temor, pues podría implicar un nuevo reparto de cartas justo ahora que el bloque intenta redefinirse.
Los primeros comicios europeos desde que entró en vigor el Tratado de Lisboa son especialmente importantes porque con este nuevo marco regulatorio el Parlamento adquiere mayor fuerza para legislar. Sin embargo, las perspectivas no son buenas: la participación electoral ha ido disminuyendo continuamente desde 1979 y en 2009 se situó en un 43 por ciento. De producirse un descenso drástico, la legitimidad del Parlamento podría quedar "minada", manifestaba el ex jefe de gobierno luxemburgués Jean-Claude Juncker.
Tanto él como otros políticos de la UE temen que los sectores más críticos tanto con el bloque como con la moneda común puedan verse claramente fortalecidos. "Mi mayor preocupación es que en la tarde de las elecciones europeas se ponga de manifiesto que las partes no tan bienintencionadas hayan ganado una notable influencia en el Parlamento", señaló. Pues existe el peligro de que formaciones populistas procedentes de distintos países puedan lograr representación institucional en el bloque.
Según el eurobarómetro oficial, menos de un tercio de los ciudadanos europeos tiene confianza en las instituciones de la UE. En 2009, este sondeo apuntaba a la mitad. La buena imagen de la Unión ha perdido desde entonces 18 puntos entre los europeos hasta situarse en un 30 por ciento, mientras que quienes tienen una mala imagen del bloque pasaron del 14 al 29 por ciento. Y muy pocos piensan que este clima desfavorable no vaya a plasmarse en los resultados de los comicios.
Sin embargo, lo que suceda con el Parlamento es extremadamente importante, tanto por su capacidad para legislar como por las consecuencias que podría tener a la hora de nombrar a los líderes del bloque. En virtud del artículo 17 del tratado, el consejo de jefes de Estado y Gobierno de la UE propone al Parlamento un candidato para el puesto de presidente de la Comisión. Y, según una norma no escrita, en esta propuesta el Consejo tiene en cuenta los resultados de los comicios al Parlamento.
Así las cosas, muchos diputados europeos opinan que los gobiernos deberían proponer a un candidato que cuente ya con una mayoría parlamentaria. Por eso, el actual presidente del Parlamento, el socialdemócrata alemán Martin Schulz, mantiene la esperanza de ser elegido presidente de la Comisión. De momento, el Partido Popular Europeo -grupo mayoritario dentro del Parlamento- no ha logrado fijar un posible candidato.
No obstante, en el Consejo de Ministros también hay quienes opinan que "tener en cuenta" no significa ni mucho menos estar obligados a seguir la recomendación del Parlamento. Como ha sucedido hasta ahora, los gobiernos podrían buscar un candidato que pudiera conseguir la mayoría de apoyos en el Parlamento. Pero en ese caso, éste consideraría algo así una afrenta que podría desembocar en una lucha de poder de proporciones desconocidas entre ambas instituciones.
Además, en 2014 la UE tendrá que familiarizarse con el nuevo entorno financiero previsto hasta 2020, que prevé unos fondos más escuetos. La crisis económica y financiera ha hecho mella en el bloque y especialmente en los países más ricos. Desde Alemania a Holanda pasando por Reino Unido, Francia e Italia han surgido grupos políticos que rechazan la UE en su concepción actual.
Frente a ellos, el presidente de la Comisión, el portugués José Manuel Durao Barroso, presenta el concepto de un federalismo reforzado: sólo más Europa, en lugar de menos, puede evitar que en el continente se repitan viejos errores. Pero suena casi a consuelo.