Tras décadas de registros inéditos, China ve como el crecimiento de su economía se frena debido a lo que muchos analistas consideran como "el final de un modelo", basado en una excesiva dependencia en la inversión y en las exportaciones, en gran parte financiado por el Estado.
La débil demanda externa y el exceso de producción en varias industrias amenaza el futuro de la segunda economía mundial, cuyo consumo interno sigue muy por debajo de los índices de los países desarrollados.
Según datos del Banco Mundial, el consumo de los hogares supuso en 2011 un 35 por ciento del total del producto interior bruto (PIB) chino, mientras que en Estados Unidos esta cifra supera el 70 por ciento.
El analista Ole André Kjennerud, del banco noruego DnB, aseguró a Efe que la economía china está "muy desequilibrada" y precisó que el consumo interno debería acercarse al 55 por ciento del PIB.
En la misma línea, un informe reciente de la agencia de calificación crediticia Moody's consideró que este reequilibrio es "esencial para que China logre la condición de país desarrollado".
En su último discurso, el presidente saliente, Hu Jintao, añadió más presión a los nuevos líderes y propuso doblar el PIB y el PIB por cápita en 2020, lo que significaría crecer a un ritmo del 8 por ciento anual hasta entonces.
Aunque Kjennerud ve "factible" alcanzar esta meta, también la vincula a la velocidad de liberalización de la economía china, un proceso que, a su juicio, "se produce muy lentamente".
"Otras economías han estado en una situación similar a la que atraviesa China actualmente -como Japón y Corea- y el retraso les llevó a sufrir graves crisis económicas", ha advertido el economista noruego.
La aplicación de estas reformas dependerá de la voluntad de los líderes recién nombrados, a los que muchos analistas han tachado de conservadores en lo político, pero proclives a impulsar medidas "pro-mercado".
Del nuevo Comité Permanente, tres de ellos pueden considerarse "dispuestos" a dar pasos significativos, entre ellos Xi Jinping y Li Keqiang -los futuros presidente y primer ministro, con un mayor peso en el comité- y Wang Qishan, el encargado de Finanzas y Comercio durante los últimos cinco años en el Ejecutivo chino.
En el bloque más conservador parecen situarse Zhang Dejiang, graduado en Económicas en Corea del Norte, más favorable al intervencionismo del Estado y Liu Yunshan, el hasta ahora jefe de propaganda del Partido Comunista.
A Yu Zhengsheng y Zhang Gaoli, los dos restantes, se les atribuye una posición más ambigua en este ámbito, aunque ambos apoyaron reformas pro-mercado en las ciudades de Shanghái y Cantón, respectivamente.
"Durante el primer año los nuevos líderes tratarán de ver cómo encajan unos con otros", pero emprenderán las reformas "porque China no tiene otra alternativa a seguir", subrayó en una conferencia el economista jefe del banco BNP Paribas en Pekín, Chen Xindong.
Más allá de los nombres, se cree que la reducción de los miembros de este selecto grupo -de nueve a siete- permitirá que el Comité llegue a consensos más rápidamente.
A falta de que se concreten los cargos del gobierno en marzo, parece que los "zares" de propaganda y de seguridad -carteras del núcleo duro y que hasta ahora ocupaban un asiento en el Comité Permanente- podrían quedar relegados, lo que daría alas a una política económica más abierta.
De confirmarse esta tesis, podría relajarse, por ejemplo, el sistema que regula la urbanización y las migraciones -bajo el control del Departamento de Seguridad-, una potencial fuente de crecimiento económico que las autoridades se han mostrado reacias a reformar.
Aunque los analistas y los dirigentes del país parecen coincidir en la necesidad de nuevas reformas, las divergencias surgen con los plazos establecidos.
Mientras que para algunos los cambios rápidos supondrían una concesión al liberalismo, para otros son necesarios para no abocar a China a un estancamiento que podría cuestionar algo más que su modelo económico.