A las 8:15 locales (7:15 GMT) se acumulaban más de 620 kilómetros en las vías de acceso en la capital, un volumen que no se había registrado en cinco años, ya que decenas de miles de personas que habitualmente utilizan trenes, autobuses o metros habían optado por el coche particular en razón del paro.
En las calles de la ciudad, además de los atascos resultaba bien visible la presencia pese a la lluvia de muchas más personas de lo habitual que hacían su trayecto cotidiano a pie o en bicicleta.
Este lunes circulan de media un 20 % de los trenes de alta velocidad (TGV), de los otros de largo recorrido y de los cercanías de París, en torno al 30 % de los regionales y muy pocos en las líneas internacionales.
En concreto, se mantienen totalmente suspendidas las que conectan Francia con España e Italia, funcionan muy parcialmente los enlaces de Francia con Alemania y Suiza, y algo mejor los Eurostar a Londres (dos tercios del total) y los Thalys a Bélgica y Holanda (tres quintas partes de los de un día normal).
La Sociedad Nacional de Ferrocarriles (SNCF) ha pedido a los viajeros que, si pueden, anulen o aplacen sus desplazamientos, ya que la fuerte afluencia de personas en los andenes podría generar situaciones de peligro.
La entidad del transporte metropolitano de París RATP ha tenido que cerrar 10 de las líneas de metro -sólo abren con normalidad las dos automáticas y otras cuatro pero únicamente en las horas punta (de 6:30 a 9:30 y de 16:30 a 19:30).
Se mantienen la mitad de los autobuses urbanos y una tercera parte de los trenes que van a los dos aeropuertos, pero de nuevo solo en las horas punta.
La huelga corre el riesgo de durar por el pulso entre los sindicatos que se oponen y el Gobierno del presidente, Emmanuel Macron, que este mediodía reúne en un almuerzo en el Palacio del Elíseo a miembros de su Gobierno que se ocupan de la reforma y de su mayoría.