En su informe anual de previsiones publicado este jueves, la AIE destaca que el impacto de la pandemia del coronavirus sobre el mercado de la energía en 2020 será más de siete veces superior al que tuvo la crisis financiera de 2008.
El combustible que resultará más afectado será el petróleo, con un descalabro del 9 %, lo que significa que se consumirán de media 9.3 millones de barriles diarios menos que en 2019, con lo que se retrocederá a los niveles de 2012.
En segundo lugar vendrá el carbón, con un retroceso del 8 %, que se debe en parte a una contracción de la electricidad del 5 % (algo que solo es comparable a lo ocurrido durante la Depresión de los años 30), pero también al parón de la actividad a comienzos de año en China y en otros grandes consumidores de ese mineral.
El gas, que llevaba diez años de incremento sin interrupción, sufrirá una contracción del 5 %, algo que no ocurría desde la primera mitad del siglo XX.
Las renovables son las únicas que progresarán, aunque muy levemente, y romperán así con la tendencia general, gracias a su acceso prioritario a las redes de distribución y a sus bajos costes operativos.
La agencia, que reúne a buena parte de los países de la OCDE, calcula que la generación de electricidad con fuentes renovables aumentará un 5 %, un ritmo en cualquier caso inferior al de los ejercicios precedentes, mientras la producida en centrales nucleares se recortará un 3 %.
La consecuencia de la contracción de los combustibles fósiles a un ritmo mayor que el resto será un 8 % menos de emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal gas causante del calentamiento climático.
Con ese desplome, el mayor constatado hasta ahora, se volverá así al volumen de emisiones de hace una decena de años. Para establecer una comparación, la reducción de 0,4 gigatoneladas de CO2 en 2009 provocada por la crisis financiera no llegará a ser ni la sexta parte del recorte de 2.6 gigatoneladas que se espera en 2020.
Por regiones, la Unión Europea y Estados Unidos experimentarán descensos muy significativos en la demanda de energía, en torno al 10 % respecto a 2019, dos veces más que los constatados allí durante la crisis financiera hace casi una docena de años.
En China, el recorte se espera superior al 4 %, lo que contrasta con el ritmo de progresión anual de casi el 3 % desde 2010.
En el primer trimestre, la demanda global de energía cayó un 3.8 %, con un descenso particularmente acusado en marzo, cuando se aplicaron medidas de confinamiento en muchos países europeos, en Norteamérica y en otras partes del mundo.
La energía que sufrió la mayor caída en ese trimestre fue el carbón (-8 %), en primer lugar porque China fue el país más golpeado por la epidemia a comienzos de año y la suya es una economía que se asienta en gran medida en ese combustible.
Por lo que respecta al petróleo, el consumo bajó casi un 5 % en el conjunto del trimestre a causa del transporte terrestre y de la aviación. La caída se agudizó a finales de marzo, cuando la actividad en el transporte era un 50 % inferior a la de un año antes y la de la aviación, un 60 %.
En el gas, el impacto de la crisis fue mucho más moderado, con un descenso del 2 %, mientras las renovables fueron las únicas que experimentaron un incremento en razón del aumento de las capacidades instaladas.
El director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, señaló que "todavía es demasiado pronto para determinar las consecuencias a largo plazo, pero el sector de la energía que emerge de esta crisis será significativamente diferente del que había hasta ahora".