La versión de Arnasson no tiene ninguna pretensión de fidelidad respecto a un modelo histórico y tampoco es un intento de adaptación de la trama a tiempos más recientes, pues lo que predominan son imágenes oníricas que, junto con la música, procuran llevar a los personajes a otra dimensión de la realidad
Tras la apertura de Isolda, interpretada por Camilla Nylund, aparece en medio del escenario una tela descomunal que da la impresión de partir de su traje y está llena de palabras escritas a mano.
Mientras canta, Isolda también escribe sobre la tela de la que intenta liberarse.
Arnasson y el dramaturgo Andri Hardmeier habían dicho antes del estreno que, en realidad, la historia exterior de la ópera importa poco. Lo que importa es lo que ha pasado antes y cómo lo viven los personajes.
Para ellos, el momento clave de la ópera está hacia el final del primer acto cuando Isolda recuerda que estuvo a punto de matar a Tristán para vengar a su prometido Morold pero decide no hacerlo.
Tristán e Isolda se descubren
“No miro la espada, no miro la mano, su miseria me dolió y dejé caer la espada”, canta Isolda.
Arnasson y Hardmeier han montado su versión a partir de la idea de que Tristán e Isolda en ese momento descubrieron algo de sí mismos.
“En ese momento -dijo Arnasson- descubren que toda su vida anterior había sido una mentira y luego empiezan a luchar para recuperar ese momento perfecto”.
Parte de ello tal vez sea el deseo de Isolda de liberarse de la tela que la rodea. También su intento de leerla y entenderla y también cambiarla, escribiendo sobre ella.
Es claro que aparentemente lo que hay de parte de Isolda, al menos inicialmente, es deseo de venganza. Pero cuando pudo vengarse no lo hizo y, según Arnasson, no hubiera necesitado el brebaje de amor que toma para enamorarse de Tristán.
El amor entre los dos es algo que los saca de los roles sociales que han aceptado. Incluso, va directamente contra ellos. Tristán ha recogido a Isolda para llevarla a que se case con el rey Marke que lo ha protegido mucho tiempo.
Una escenografía onírica
Para Arnasson esos roles son sentidos por los dos personajes principales como una mentira de la que quieren liberarse, de manera consciente desde el momento en que se encuentran.
Si en el primer acto Isolda se arranca parte de la tela que forma su vestido y parte de los textos que la terminan, en el segundo acto, Tristán, en uno de los momentos más dramáticos que se da cuando Marke ha descubierto su amor con Isolda, rompe un espejo como destruyendo la imagen que se tiene de él.
La escenografía cuenta con muchos objetos sin ningún orden aparente como estatuas, cuadros, el espejo que rompe Tristán y hasta un aparato de radio, probablemente de los años setenta del siglo pasado.
En los entreactos predominaron los aplausos, especialmente para Camilla Nylund como Isolda y para Christa Mayer como Brangäne, aunque también hubo algunos abucheos.
Un amor de otro mundo
Al final, en medio de las imágenes oníricas, la muerte por amor con que culmina la obra fortalece el sentimiento de que la relación amorosa de los dos no era de este mundo.
Arnasson dijo que desde que empezó a ocuparse de la obra había percibido dos planos de la realidad.
Uno es el de la realidad de todos los días, en la que Tristán e Isolda tienen que cumplir papeles definidos de antemano. El otro plano es la que descubren en el momento en que se miran a los ojos.
"Hay una grieta que se abre en la realidad de todos los días", explicó Arnasson antes del estreno.
Al final, no sólo Isolda, sino también Tristán tiene que luchar con textos que tiene en su ropa y en su cuerpo; como si tuviera que redefinir su identidad después de haber roto el espejo.