¿Se necesitan mutuamente Rich y Chris para exponer lo mejor que saben hacer?, ¿regresar a su sonido original es una fórmula para decir 'seguimos siendo nosotros' más allá de corrientes en el mundo del rock... y si te gusta, bien, y si no, también?.
Si ambas respuestas son afirmativas es porque esta noche has estado en el concierto de The Black Crowes en el Stone Music Festival de la capital extremeña.
Muchas son las bandas de rock cuyo sonido es reconocible -que no transparente- y legendario -que no significa mitológico-, pero pocas son las que desprenden carisma de autenticidad por mucho que pasen los años, 34 en concreto.
The Black Crowes, fundada por los hermanos Chris y Rich Robinson, han cerrado esta noche en el teatro romano su gira europea de presentación de su décimo álbum de estudio, 'Hapiness Bastards', ante un público entregado -estaban Carlos Tarque y Leiva- a la banda de Atlanta.
La paleta musical de los estadounidenses podrá cambiar de formato y material, pero son los mismos pinceles de toda su carrera: rock sureño, blues, country y hard rock, los cuales mezclan a su pleno antojo con una calidad fuera de toda duda.
Con diez discos de estudio a sus espaldas, el concierto ofrecido ha supuesto un continuo viaje de ida y vuelta entre sus dos primeros álbumes, 'Shake Your Money Maker' y 'The Southerm Harmony and Musical Companion', y el último, 'Hapiness Bastards', como si los demás no existieran.
Solo dos guiños, 'The said my name' y 'Goods got it', se han salido deLvuelo marcado.
Con 'Bedside Manners' y 'Rats and Clowns', dos canciones del último trabajo, el grupo, liderado por los hermanos Chris y Rich Robinson, ha abierto el concierto ante sus fieles seguidores, muchos de ellos procedentes de diversos puntos del país.
Con traje rojo, Chris ha vuelto a demostrar que su voz sigue inmaculada y que la energía corporal es un arma arrojadiza de buen agrado; su hermano, desde el sosiego, ha demostrado que la guitarra es mucho más que un instrumento mientras que el resto de la banda, con Nico Bereciartua -con viejas raíces vascas- al frente de los riffs, hacen que el nido de los cuervos brille a un excelente nivel.
En esa ida y vuelta de la infancia a su edad actual, The Black Crowes han compaginado 'Twice as hard', 'Sting Me' y 'Sometimes Salvation', temas de dos sus primeros trabajos, con 'Cross your fingers', del 'Hapiness Bastards', con la única excepción de 'The she said my name', de su trabajo 'By your side', de 1999.
El público lo ha agradecido y las almohadillas de los asientos también (nadie se ha sentado).
El temor, como así exponían algunos de los asistentes antes de acceder al teatro, de que la banda diera protagonismo a su último trabajo en detrimento de "su sagrada trilogía", la que forman sus tres primeros álbumes, ha quedado en nada.
Tras ofrecer su particular versión de 'White Light/White heat', unas de las puntas del iceberg de Lou Reed, el grupo ha retomado nuevamente sus primeros graznidos, con 'Thorn in my pride', 'Hard to handle' y 'She talks to angels', y otro de sus últimos, 'Wanting and waiting'.
Bajo la pócima que les permite no perder un ápice de quienes fueron y siguen siendo y que, a su vez, supone un bálsamo de Fierabrás para el público español, The Black Crowes tiene un halo contagioso entre el escenario y el graderío que crea sinergia.
Con 'No speak no slave', 'Jealous Again' y 'Remedy', The Black Crowes ha cerrado el concierto. El público ha pedido más y la banda ha regalado 'Goods got it'.
Tras los cuatro conciertos que les quedan, todos ellos en tierras estadounidenses, los curvos negros se sumarán como invitados especiales a la gira de despedida de Aerosmith, 'Peace Out', que arranca el 23 de septiembre en Filadelfia.