La Plaza de San Roque fue el escenario gratuito para el viaje musical para niños que disfrutaron padres y abuelos. Dos horas fueron insuficientes para que el ramillete de artistas universitarios complaciera al público que siempre quiso más, pues el espectáculo trascendió la música y las letras, ya que los animosos jóvenes representaron algunos de sus personajes.
Al compositor y astrónomo mexicano Francisco Gabilondo Soler, Cri Cri (Orizaba, 6 de octubre de 1907-14 de diciembre de 1990) se debe una herencia especial y única: Un maravilloso universo, compuesto por letras fabulosas y música encantadora, que ayer, interpretado por la estudiantina de la universidad local, adquirió una renovada sonoridad.
A manera de preámbulo, un personaje extraído de un cuento de hadas ofreció al público pinceladas de la vida de Gabilondo, quien con el paso del tiempo llegó a convertirse en Cri Cri.
Luego, de manera alternada durante todo el concierto, fue leyendo más aspectos de la vida de este autor, e hizo la narrativa de los personajes involucrados en cada canción.
El primer tema interpretado fue “Di por qué” y de inmediato, la abuelita, que es el personaje central de la melancólica canción apareció en escena, caracterizada por una estudiante de la misma institución de educación superior.
Luego “Los 3 cochinitos”, y pisándoles los talones “La patita”, cantada, tocada y caracterizada. Ella cautivó a todos. Fue un concierto realmente encantador.
En las gradas de la Plaza de San Roque, espacio público que toma el nombre del santo que se venera en la iglesia construida ahí mismo, bisabuelas, abuelas y mamás escucharon subyugadas embelesadas canciones con las que ellas crecieron. Sin embargo, los niños presentes no se inmutaron; les parecieron ajenas.
“La Patita” gustó mucho porque, de origen, es una canción con letra pegajosa, capaz de despertar emociones y sentimientos. Quienes la escuchan, visualizan a la desesperada patita ama de casa que se las ve negras por causa de su esposo sinvergüenza y perezoso. En versión estudiantina, “La Patita” tuvo su propio cuerpo y se paseó sobre el escenario.
La estudiantina, en la que toman parte lo mismo jóvenes adolescentes que adultos en la madurez, cantó las historias de un chorrito que se hace grandote y se hace chiquito, de un perrito al que le duele la muela y de los palomos que se casan y se van de la ciudad. Igualmente, en el escenario apareció el “Conejo Blas”, con una escopeta colgándole atrás.
La tribuna acondicionada en la plaza fue poca cosa para dar cómoda cabida al numeroso público que llegó. “Bombón I”, “La merienda” y “La Negrita Cucurumbé” siguieron en el programa, además de aquella hermosa historia musicalizada en la que de una caja sale un soldado bigotón y otros juguetes. Una evocación para los adultos, nada para los niños.
El punto, señaló un integrante de la estudiantina una vez terminada la función, es que las nuevas generaciones de niños no han sido acercadas a la obra de Francisco Gabilondo Soler, por lo que la experiencia musical no fue más que un momento de música agradable que los movió a sacudir el cuerpo en sus propios asientos, o en las piernas de sus padres.