Así lo considera la artista visual Betsabeé Romero, quien ha creado un par de ofrendas dedicadas a los migrantes y a los periodistas muertos y desaparecidos durante el último año.
"Es un llamado de atención a un problema que es muy grave y sigue creciendo", dice en entrevista con dpa esta artista mexicana que durante varios años ha enfocado su trabajo creativo al tema de la violencia, los migrantes, la movilidad y la ciudad.
Romero instaló en dos museos de la Ciudad de México sendos altares de muertos con lo que, considera, aporta un granito de arena a la reflexión sobre el problema de la violencia.
En el Museo de Arte Carrillo Gil realizó una instalación que dedica a los migrantes que perdieron la vida durante su trayecto por México para llegar a Estados Unidos, a los hombres, mujeres y niños que dejaron sus hogares para buscar mejores condiciones de vida y que paradójicamente encontraron la muerte.
"Aunque no existen cifras claras, hay muchísimos desaparecidos. Se calcula que unas 400.000 personas transitan por suelo mexicano al año para llegar a Estados Unidos", señala, y "me preocupa mucho ese trascurrir entre Chiapas (sur de México) y Juárez, Sonora y Tijuana (norte)".
México es un país de paso para ciudadanos de otros países, especialmente de Centroamérica. La mayoría son de Honduras, El Salvador y Guatemala. No existen cálculos oficiales y por ello la magnitud del fenómeno y de la crisis humanitaria es difícil de definir. Muchos mueren en el trayecto.
En sus altares, Romero utiliza elementos tradicionales de las ofrendas mexicanas, como flores, velas, papel picado y calaveras, pero los interviene e incorpora objetos que son una constante en su discurso artístico, como las llantas de los automóviles, a las cuales les quita su carácter de rapidez para convertirlas en objetos que recuperan la memoria del camino andado, de lo que quedó atrás pisado, de lo que se borró.
Sobre las llantas, la creadora grabó imágenes de peregrinaciones aztecas y al centro de esos neumáticos, suspendidos en la sala del museo, colocó cinco calaveras sangrantes.
"Utilicé las llantas con la idea del rodar, de la movilidad, de la importancia de la migración como uno de los fenómenos más presentes y más problemáticos desde la segunda mitad del siglo XX", señala.
También creó un Tzompantli: un muro con calaveras de azúcar intervenidas con dibujos de alambres de púas que las atraviesan. El Tzompantli fue la práctica entre los antiguos mesoamericanos de decapitar a las víctimas de los sacrificios humanos y conservar sus cráneos, que se colocaban en lugares públicos con el fin de honrar a los dioses.
En otra parte de la instalación, la artista colgó los zapatos que le donó una ONG que se encarga de ayudar a los migrantes y les reemplaza el calzado por otro de mejores condiciones en cada parada del tren conocido como La Bestia. De los zapatos cuelgan listones morados donde los visitantes pueden dejar un papel en el que escriben un mensaje para los migrantes fallecidos.
Este altar también tiene una parte dedicada al escritor colombiano Gabriel García Márquez, como un homenaje al autor de "Cien años de soledad", que vivía en San Ángel, en el sur de la Ciudad de México y murió el 17 de abril a los 87 años.
"Otra característica de mis instalaciones-ofrenda es que son penetrables, el público las puede transitar, no son meramente contemplativas. Para García Márquez colgué en el patio unas espirales hechas con flores de cempasúchil y otras de plástico donde se pueden leer textos del autor sobre la vida y la muerte. Se leen en espiral ascendente porque así entiendo la complejidad de la literatura, no es un fenómeno lineal, sino denso e intenso", dijo.
El segundo altar de Romero se encuentra en el Museo Nacional de San Carlos, ubicado en el centro de la ciudad. Ahí, la creadora instaló una ofrenda en memoria de los periodistas muertos y desaparecidos en este año.
"Hemos visto, leído y sufrido la injusta desaparición y muerte de periodistas en todo el mundo, y desgraciadamente México no solo no se escapa, sino que aporta casos tristes, recurrentes e impunes. Terrible zona de fragilidad para el oficio de informar", afirma. (DPA)