El ejemplo que Merton presenta es el de un banco que tiene solicitudes de retiro de dinero por parte de sus clientes al mismo tiempo. No hay una razón aparente para hacerlo, sólo sucede como un evento azaroso. Como el banco no está preparado para recibir tal demanda de recursos en un día en particular crea la percepción de que no tiene los fondos suficientes. Esto lleva a sus clientes a desconfiar de él y todos sus clientes empiezan a retirar sus activos. Esta desconfianza hace que el banco quiebre.
La percepción de que el banco no tiene fondos se sustenta en la observación de un solo día. Objetivamente el banco, como cualquier otra institución financiera, estaba preparado para cumplir con sus obligaciones financieras, pero el que en un día específico no lo haya hecho genera desconfianza entre sus clientes. Ellos hacen que se cumpla el temor de su percepción. Sus propios clientes hacen que el banco quiebre a partir de sus percepciones.
Nuestras percepciones como país podrían pasar a ser motivo de preocupación por nuestros niveles de pesimismo. Podríamos estar en una situación similar a la que describió Merton en su análisis del fenómeno de profecía auto cumplida. Los datos de la última Encuesta Nacional de Parametría parecen dar sustento a este temor.
Tal vez el presidente Enrique Peña tiene razón en su reclamo a la opinión pública o a los ciudadanos de que el “humor social” no corresponde a nuestra situación factual. La categoría o expresión de “humor social” acuñada por Luis Woldenberg ha pasado a ser un término de dominio cotidiano. El indicador es más complejo de lo que este uso cotidiano expresa. Sin embargo, intuitivamente dice mucho.
Nuestro nivel de pesimismo con la situación actual es genérico. Pero lo podríamos concentrar en un indicador en particular. Es cierto que hoy día nos preocupan diversos temas como la situación de inseguridad o los niveles de corrupción. Pero sin duda una de las mayores preocupaciones siempre es la economía.
El ciudadano promedio tiene diferentes indicadores para concluir o determinar la situación económica del país. La situación económica personal puede tener una evaluación más objetiva o testimonial. La situación económica del país requiere de más información y dependiendo de la circunstancia una u otra variable pasa a ser más importante.
La generación de empleos o el desempleo es la variable que la población observa con mayor atención a lo largo del tiempo de acuerdo a la serie de Parametría. Este es el indicador más importante para determinar las condiciones económicas generales. El mismo combina tanto experiencia personal como la percepción de entorno.
La inflación o el precio de los bienes es otra variable importante para el promedio del ciudadano. En los últimos años se ubica como uno de los principales números a observar, aunque en la última medición de enero de Parametría no resulto tan relevante. Es muy probable que en el momento en que la inflación se percibe como baja deje de preocupar.
El precio del dólar es sin duda motivo de preocupación para la población en general, pero lo es aún más para las clases medias. Su relevancia cambia en el tiempo. Es claro que en último año, como lo indica la medición de Parametría de enero, ha sido un indicador fundamental para explicar la situación económica actual.
Al final, bajo estándares internacionales la tasa de crecimiento es la que resume la situación de la economía. Si el único indicador fuera la tasa de crecimiento del país todo señalaría que los datos duros de nuestro crecimiento contradicen nuestras percepciones. Ante datos de tasas de crecimiento similares en los últimos años nuestras evaluaciones son más negativas.
Tal vez la percepción más preocupante es que de 2014 a la fecha la idea de que estamos en una crisis económica ha aumentado 20 puntos porcentuales. Mientras en 2014 era de 51 por ciento quienes pensaban que estábamos en crisis, en 2017 este porcentaje creció a 70 por ciento. Los que opinan que estamos creciendo decrecieron en este periodo de tiempo de 11 por ciento a 6 por ciento.
Al inicio de la administración se argumentaba que teníamos un problema de expectativas y con ello vino una consecuente decepción. Hoy día parece que las explicaciones son otras. La evaluación de la economía pasa por otros indicadores que en opinión del ciudadano no se ven bien.
Nuestros niveles de pesimismo pueden empezar a afectar nuestra economía como ya lo indica el índice de confianza del consumidor en su última medición. Tal vez nos serviría reconsiderar nuestras percepciones y confrontarlas con los datos duros. Nos convendría reflexionar y ver nuestros indicadores económicos de manera más objetiva. De otra manera podríamos pasar a ser un buen ejemplo de “profecía auto cumplida”.