"Para mí, esta es una experiencia inmersiva como cuando miras dentro de un caleidoscopio y siempre ves algo diferente. Cada vez que te das la vuelta, cada vez que entras en una sala, es una experiencia completamente diferente", dijo a Efe Leatham, que es el florista de algunas de las estrellas más importantes del mundo, como Dolly Parton, Cher, Tina Turner o Oprah Winfrey.
Leathman, que también diseñó la muestra de orquídeas de 2020 del Botánico de Nueva York que se vio interrumpida por la pandemia del coronavirus, se ha servido en esta ocasión para su pieza central de una enorme estructura geométrica de diversas caras que están recubiertas por espejos.
A su alrededor, cuatro altas columnas de más de cinco metros de alto repletas de orquídeas naranjas, amarillas y rosas, quedan reflejadas desde un sinfín de ángulos diferentes.
"Lo que más hemos echado de menos durante el confinamiento ha sido la belleza, la belleza de la naturaleza. (...) Lo más emocionante para mí es que la gente pueda sumergirse en todas estas hermosas flores", agregó Leathman.
Desde la sala principal, el visitante pasea por los enormes invernaderos del Botánico de Nueva York, donde están expuestas la enorme cantidad de orquídeas con la que cuenta la institución, que tiene una de las colecciones de esta planta más grandes del mundo.
"Hay unas 30,000 especies de orquídeas en el mundo y unos 150,000 híbridos creados por humanos", subrayó el comisario de orquídeas del Botánico de Nueva York, Marc Hachadourian, sobre la variedad de esta familia del reino vegetal.
Entre ellas, por ejemplo, ejemplares de orquídeas en miniatura, protegidas en una vitrina de vidrio.
"En la palma de mi mano cabrían 600 flores de esas orquídeas", subrayó Hachadourian, que señaló que algunas de estas plantas "han estado floreciendo de manera continua durante más de 10 años".
"Esta es sólo una muestra de la increíble diversidad de tamaños, formas y colores que existen en esta familia de plantas", agregó.
También puede verse un ejemplar de una "vandposis gigantea", original de la región del Sudeste Asiático, y que fue comprado por el Botánico de Nueva York hace más de un siglo, en 1904.
La centenaria planta, que tiene una flor de un amarillo mostaza, fue comprada al prestigioso vivero británico F. Sandler & Co., propiedad del experto en orquídeas de la era victoriana Frederick Sander (1847-1920) que envió a personal por todo el mundo en busca de nuevas especies de esta planta.
"La idea de que las orquídeas duran poco es un mito. Cuando se les da las condiciones adecuadas y están felices, pueden vivir durante un periodo de tiempo increíblemente largo", explicó el experto.
La mayoría de los ejemplares que pueden verse en la exposición, en la que la segunda joya de la corona es una sala de enormes cascadas de orquídeas que caen desde el alto techo del invernadero, viven en regiones húmedas del mundo, como Latinoamérica o Asia.
Pero el Botánico neoyorquino también cuenta con raros ejemplares de orquídeas que crecen en zonas desérticas, como la "oeceoclades gracillima", endémica de la isla de Madagascar.
"Esta orquídea de Madagascar parece una planta muerta para que nadie se la coma, para permanecer escondida. De hecho tengo un letrero encima de esta planta en mi invernadero que dice 'no estoy muerta, no me tires a la basura', porque he visto a varias personas a punto de tirarla", contó entre risas Hachadourian.