Revelan historias de vida a través de los huesos

El conocimiento sobre las condiciones de vida, salud, dieta, patologías, modificaciones corporales y costumbres funerarias de los antiguos pobladores de Guerrero, se desprende del estudio realizado por el antropólogo físico Jorge Cervantes Martínez, a partir del inventario, la catalogación y restauración del material óseo resguardado en el Centro INAH Guerrero.

Etiquetas: 

00101197-original.jpeg

Aproximación facial de sujeto masculino(foto INAH).

El especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) ha registrado 22 colecciones óseas de restos de 198 individuos hallados en tumbas de diversas regiones de Guerrero, tanto de la Costa Chica como de la Costa Grande, la Montaña, las regiones Norte, Centro y la ciudad de Chilpancingo.

Desde hace más de 10 meses, Cervantes Martínez realiza el estudio Catalogación y recuperación de materiales óseos del estado de Guerrero, producto de excavaciones realizadas en los años 80 —cuando la capital del estado comenzó a crecer y se hicieron rescates arqueológicos— y en los albores del siglo XXI. Por ello, la mayoría de los restos óseos proceden de Chilpancingo.

Una vez terminada la limpieza y restauración del material, se ha enfocado a concluir la catalogación. Al referirse a la antigüedad de los restos, obtenida por el tipo de cerámica que se encontró asociada a los mismos, señaló que los procedentes de la Costa datan del periodo Preclásico (1200-200 a.C.), y pertenecen al grupo cultural denominado yopes. Los recuperados en el centro de Chilpancingo son del Clásico Temprano (200 - 650 d.C.) y corresponden a los cohuixcas.

De manera paralela al análisis osteológico, que permitió ver aspectos de modificación corporal en varios individuos (deformación craneal y limado dental), también se realizó un estudio bioantropológico, a fin de confrontar la información de tipo óseo con la arqueológica y etnohistórica. En ese sentido, una de las referencias históricas fue el Códice Tudela (siglo XVI), donde se aprecian imágenes de personas con deformación craneal y varias láminas que abordan el tratamiento mortuorio.

Al respecto, Jorge Cervantes Martínez, también maestro en antropología social, se refirió a cinco entierros que proceden de la Zona Arqueológica de Ixcateopan, dos de los cuales presentan exposición al fuego, lo que significa que fueron incinerados, costumbre funeraria característica del Posclásico Tardío (1200–1521 d.C.) y de clara influencia mexica.

Asimismo, se encontraron varias tumbas de tipo sótano, parecidas a las tumbas de tiro de Occidente, que tienen un tiro como si fuera un pozo y en los extremos una pequeña cámara donde sepultaban a los difuntos. Las de sótano se caracterizan por tener el tiro y en el centro una cámara. Hay algunas imágenes en el Códice Florentino (siglo XVI) alusivas a este ritual.

En cuanto a las características de sexo y edad, 52% de los restos óseos corresponden a mujeres y 48% a hombres, y de edad, sólo un individuo tiene entre 35 a 40 años, lo que significa que la esperanza de vida no iba más allá de los 40.

El especialista agregó que las condiciones de vida y salud de estas poblaciones eran similares a las actuales en cuanto al clima, con temperaturas altas y sequía, lo que provocaba la escasez de agua en ciertas temporadas, y el surgimiento de infecciones gastrointestinales.

La huella de dichas enfermedades que ocasionaban constantes diarreas quedó marcada en las tibias, huesos indicadores de un estrés episódico caracterizado por estrías en la superficie ósea.

También el estudio de los huesos permitió identificar enfermedades relacionadas  con el patrón nutricional, ya que el alto consumo de maíz en las regiones del Norte y Centro generó la presencia de caries, mientras que en los habitantes de la Costa es mucho mayor la concentración de cálculo dental debido a la ingesta de proteína de tipo animal, como peces y mariscos, y las propiedades minerales del agua que consumían.

Un dato curioso mencionado por el antropólogo fue la identificación de un caso de gota en un individuo del sitio El Embarcadero, ocasionado muy probablemente por el excesivo consumo de alimentos marinos, lo cual resulta interesante pues hasta la fecha ha sido escasamente detectada esta enfermedad en restos óseos.

Más allá de estas patologías, no se encontró alta frecuencia de enfermedades, “sólo algunos traumatismos en cráneos y fracturas en extremidades superiores, que seguramente tuvieron que ver con actos de defensa, y  propiciaron infecciones. Otro caso común han sido las infecciones localizadas en talón y peroné, heridas seguramente provocadas en caminatas por terrenos difíciles”.

De acuerdo con un estudio tafonómico, el patrón de destrucción de los restos óseos de individuos depositados en tumbas y en cistas es distinto a los colocados en una oquedad directa al suelo. Estos últimos fueron afectados por factores como la temperatura, la humedad, las raíces de los árboles que penetraron los huesos, y el ataque de insectos y roedores.

Aproximación facial

Jorge Cervantes también lleva a cabo un proyecto de aproximación facial a partir de dos cráneos hallados en el Valle de Tixtla en el año 2000, por el arqueólogo Antonio Porcayo, durante un rescate arqueológico con motivo de la instalación de cableado de luz.

Las piezas, en buen estado de conservación,  corresponden a dos personajes, uno adulto medio (alrededor de 35 a 40 años) y otro más joven, que presentan un tipo de deformación cefálica intencional; el primero de tipo tabular oblicua y el segundo tabular erecta. Se encontraron en una cista junto con otros cinco individuos, aunque sólo estos dos estaban completos.

Luego de que las antropólogas físicas Lourdes Couoh y Gabriela Hernández les practicaron estudios a estos restos y fueron clasificados con una antigüedad de 3,000 años a la fecha (estudio plasmado en el libro Una cista funeraria del Formativo Medio en Tixtla), surgió la idea de hacer una aproximación facial a partir de los cráneos, resguardados en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

“Quise plantear cómo habrían sido los habitantes que proceden del Valle de Tixtla, basándome en fotografías de indígenas de Guerrero, de los años 40 y 50 del siglo pasado, para tomar algunas características fisiológicas; y apoyándome también en la iconografía de los códices para saber cómo era el cabello, la forma de los labios, la inclinación de los ojos, el tamaño y la forma de la nariz”.

Añadió que el propósito de hacer esta reconstrucción facial es despertar el interés de la población sobre cómo eran sus antepasados, crear un sentido de identidad y generar conciencia de la importancia de conservar el material óseo, susceptible a la destrucción.

Jorge Cervantes, autor del libro Leonardo Zuluaga: una interpretación antropofísica, y de los artículos Costumbres funerarias en la Nueva España, La tumba 7 de Monte Albán, Oaxaca: una mirada a sus restos óseos humanos, Condiciones de salud y nutrición en Jaina, entre otros, abordó ambos proyectos durante la conferencia que impartió en el marco de la Cátedra Ignacio Manuel Altamirano, en el Centro INAH Guerrero.