Esto no significa que todas las ranas existentes entonces subsistieran, la mayoría también murieron tras el evento de Chicxulub, el impacto de un meteorito en esa zona de Yucatán, México, considerada la principal causa de la desaparición de los dinosaurios.
Las que lo hicieron (Hyloidea, Microhylidae y Natatanura) tuvieron un éxito incuestionable, subraya el artículo. Dieron lugar a la gran mayoría de las seis mil 700 especies conocidas en la actualidad, capaces de vivir en hábitats que van desde los árboles a ambientes acuáticos o subterráneos.
Publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, el estudio demuestra que esa diversidad no ocurrió hasta la extinción de los dinosaurios.
Este descubrimiento fue totalmente inesperado, señaló David Blackburn, investigador de la Universidad de Florida y coautor del estudio.
Tras el impacto del gigantesco meteorito que puso fin al Cretácico se produjeron grandes alteraciones en los ecosistemas del momento y una destrucción generalizada de bosques, pero las ranas pudieron ganarse la vida en microhábitats, explican.
Su capacidad de adaptarse a la vida en los árboles fue fundamental, no solo porque podían escapar de los depredadores terrestres, sino porque las hojas caídas les daban protección, detallan.
Para llegar a estas conclusiones los científicos analizaron 95 genes nucleares de 156 tipos de ranas, y combinaron esos datos con los publicados anteriormente sobre 145 especies adicionales para producir el mayor árbol evolutivo de esos animales hasta la fecha.