El esmalte dental en los colmillos fosilizados de tigres diente de sable contienen claves para entender cómo los mamíferos extintos compartieron el espacio y la comida con otros grandes predadores hace nueve millones de años.
Las investigadoras encontraron las especies de felino -un Promegantereon ogygia del tamaño del leopardo y un Machairodus aphanistus más grande y del tamaño de un león- convivían en un área boscosa, según explicó el servicio informativo de la Universidad de Michigan.
Esos animales probablemente cazaban las mismas presas: caballos y jabalíes.
"En este hábitat los pequeños felinos diente de sable pueden haber usado la cubierta de árboles para evitar los encuentros con los más grandes", añadió el artículo. "Los perros oso cazaban antílopes en un área más abierta que se sobreponía al territorio de los felinos, pero estaba levemente separada", se explica.
"Esos tres animales eran simpátricos, habitaban la misma área geográfica al mismo tiempo. Lo que hacían para coexistir era evitarse unos a otros y repartirse los recursos", dijo Soledad Domingo, becaria de postgrado en el Museo de Paleontología de la Universidad de Michigan.
Millones de años antes de que aparecieran los primeros humanos, los predadores vivieron durante el periodo mioceno tardío en un área boscosa que tenía segmentos de pastizales.
Los carnívoros grandes, como estos animales, son raros en el registro fósil principalmente porque los animales herbívoros, que se ubican más abajo en la cadena alimenticia, siempre han superado en número a los carnívoros.
El Cerro de los Batallones al sur de Madrid y en la localidad de Torrejón de Velasco, donde Domingo ha estado excavando por los últimos ocho años, es uno de los yacimientos de restos fósiles de mamíferos más importantes de Europa.
Allí se han hallado restos fosilizados de tigres de diente de sable, hienas, osos, pandas, rinocerontes o cebras en nueve yacimientos que presentan un estado de conservación excepcional y se ha llegado a encontrar una fauna de individuos con sus esqueletos completos, incluidos los cráneos, en posición de muerte, la mayoría de carnívoros.
De sus nueve sitios, dos son antiguos socavones con una abundancia de huesos de mamíferos carnívoros. Los predadores ágiles, señalan los investigadores, probablemente saltaron adentro de trampas naturales en busca de presas atrapadas.
Para llegar a sus hallazgos, las investigadoras condujeron lo que se llama un análisis de isótopo de carbono estable en los dientes de los animales.
Usando un taladro de dentista con broca de diamante, tomaron muestras dentales de 60 especímenes, incluidos 27 tigres diente de sable y perros oso. El resto eran vegetarianos.
Las investigadoras aislaron el carbono del esmalte dental. Luego usaron un espectrómetro de masa, que uno puede imaginarse como un tipo de balanza, y midieron la proporción de las moléculas más grandes de carbono 13 comparada con las menores de carbono 12. Un isótopo es una versión de un elemento que contiene un número diferente de neutrones en su núcleo.
El carbono 12 y el carbono 13 están ambos presentes en el dióxido de carbono que las plantas absorben en la fotosíntesis. Las diferentes plantas usan los isótopos de maneras distintas, y por eso retienen diferentes cantidades del elemento en sus fibras.
Cuando un herbívoro come una planta, la planta deja una señal isotópica en los huesos y dientes del animal. Esa señal recorre la cadena alimenticia y puede encontrarse asimismo en los carnívoros.
Dado que los investigadores pueden determinar qué comían los herbívoros pueden deducir cómo era su hábitat. Los científicos creen que los animales en este estudio vivían en un área boscosa que contenía sectores de pastizales.
Las pruebas indican que dos de los felinos diente de sable vivían en el bosque más denso y que el perro oso pasaba más tiempo en los pastizales.
Las conclusiones demuestran la intemporalidad de las relaciones entre presa y predador.
"Los tres mamíferos predadores más grandes capturaban presas en porciones diferentes del hábitat y así coexisten los grandes predadores actualmente", sostuvo la coinvestigadora Catherine Badgley. "Aunque ninguna de las especies en este ecosistema de hace nueve millones de años vive ahora (algunos de sus descendientes sí viven), encontramos pruebas de interacciones ecológicas similares a las de los ecosistemas modernos".