El caso que el Supremo resolvió hoy se remonta a 2007, cuando Monsanto, dedicada a la fabricación de productos agrícolas, demandó a un granjero de Indiana (EU) al considerar que éste había violado su patente sobre las semillas de soja alteradas genéticamente para resistir a los herbicidas.
Los compradores de semillas de soja de Monsanto -que están modificadas para hacer frente al herbicida Roundup, que la misma compañía fabrica- deben firmar un contrato por el que se comprometen a no guardar las semillas que resulten de la cosecha, por lo que cada año se ven obligados a adquirir nuevas semillas de Monsanto.
Sin embargo, el granjero Vernon Hugh Bowman, de Indiana y habitual comprador de semillas Monsanto, decidió, a principios de la década de 2000, adquirir soja de otro proveedor normalmente destinada a alimentar al ganado o reservada para usos industriales.
Con la esperanza de que esa soja proviniese de semillas alteradas por Monsanto dada la elevada presencia de éstas en el mercado, Bowman la plantó y la roció con herbicidas, logrando la supervivencia de la mayoría de las plantas, de las que extrajo semillas para los años venideros.
En 2007, Monsanto, con sede en St. Louis (Misuri), le demandó y obtuvo 85,000 dólares en compensación, aunque el granjero recurrió hasta llegar a la corte suprema de EU, que hoy ha ratificado la decisión.
El fallo del Supremo sobre la patente de Monsanto sienta un precedente no sólo para el mundo agrícola, sino también para otros sectores en los que existen grandes pugnas sobre las patentes, como el farmacéutico o el tecnológico. (EFE)