Cementerio prehispánico revela tradición funeraria de Sonora

Grupos que habitaron el noroeste de esa entidad, incineraban a sus difuntos y posteriormente los enterraban en vasijas, como lo indica el estudio de un panteón de 700 años de antigüedad.

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Tradición funeraria en Sonora

Grupos que habitaron el noroeste de esa entidad, incineraban a sus difuntos y posteriormente los enterraban en vasijas, como lo indica el estudio de un panteón de 700 años de antigüedad. Se trata de dos espacios funerarios detectados en las cercanías de la Zona Arqueológica Cerro de Trincheras, uno de ellos denominado “Loma de las cremaciones”

Investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) avanzan en el conocimiento de las prácticas funerarias de los antiguos grupos que habitaron en el noroeste de Sonora, como la incineración de sus muertos y posterior entierro en vasijas, costumbre que ha sido posible conocer a partir de la detección de un cementerio prehispánico de aproximadamente 700 años de antigüedad, en la Zona Arqueológica Cerro de Trincheras.

La arqueóloga Elisa Villalpando Canchola, quien dirige el proyecto de investigación en ese sitio prehispánico, informó que la localización de este contexto funerario es de tal riqueza que el espacio, localizado hacia la ladera noreste de Cerro de Trincheras, ha sido nombrado como “Loma de las cremaciones”.

Este sitio, dijo, se localizó en 2008, como parte de una prospección arqueológica, pues en sus cercanías se pensaba realizar la instalación eléctrica del que sería el Centro de Visitantes de la Zona Arqueológica Cerro de Trincheras.

Ante el potencial del lugar, se tomó la decisión de dejar la “Loma de las cremaciones” como reserva arqueológica. Asimismo, Villalpando Canchola puntualizó que el descubrimiento del cementerio prehispánico se da a conocer hasta ahora debido a que se requería avanzar en el estudio del contexto arqueológico.

Los descubrimientos, anotó, no terminaron ahí, dos años después, en 2010, se llevó a cabo otra intervención arqueológica en un predio particular del poblado de Trincheras, hallándose la evidencia de las piras donde se cremaba a los muertos.

En el caso del cementerio, abundó la investigadora del Centro INAH-Sonora, aunque solo se intervino un área de 10 por 10 m, por medio de pozos estratigráficos, se corroboró que este patrón funerario se repite a lo largo y ancho de la pequeña loma, de manera que para estos fines se aprovecharon las extensiones menos pronunciadas de la colina.

En ese restringido sector —de 100 m2— se ubicaron 145 vasijas que contenían restos óseos humanos (pertenecientes a cerca de 150 individuos) y animales incinerados, así como dos cremaciones en fosa de piedra y una más depositada directamente sobre el suelo. Además se excavaron tres entierros infantiles.

“Las vasijas estaban a menos de 5 centímetros de la superficie, depositadas directamente sobre la roca madre a diferentes profundidades (la máxima fue de 60 cm) y rodeadas de rocas que formaban las cistas funerarias. Se encontraron muy juntas entre sí, y las de los niveles inferiores se hallaron rotas por la superposición de otras.

“Pudimos identificar al menos dos conjuntos de vasijas que nos sugieren que podrían haberse realizado ritos comunales para enterrar juntos a personas fallecidas en diferentes tiempos. Es probable que esto sucediera entre los años 1300 y 1450 después de Cristo, dentro del periodo que llamamos Prehispánico Tardío”, explicó la arqueóloga Elisa Villalpando.

Poco más del centenar de las vasijas funerarias corresponde a ollas, y destacan por su variedad de formas, algunas representan una calabaza, otras son ovaladas con dos perforaciones, o son de cuello alto y boca más amplia (tipo florero). También se encontraron tecomates y cuencos, uno de éstos con decoración. Toda la colección cerámica responde al tipo denominado Tradición Trincheras, propio de esta zona baja del desierto de Sonora.

De su interior fueron recuperados los restos cremados de casi 150 individuos (algunas vasijas contenían los restos de dos personas), algunos de los cuales al ser incinerados portaban cuentas de piedra (de 1 mm hasta 3 cm), cristales de cuarzo, pendientes en forma de rana, brazaletes y anillos de concha. Esto se deduce porque la mayoría de los materiales, al igual que los huesos, estaban quemados y fragmentados.

Del conjunto de piezas sobresalen cinco cascabeles de cobre con la representación del dios Tláloc o Masau (deidad hopi de la tierra y la muerte), los cuales pueden considerarse un indicador de estatus diferencial entre los individuos cremados, dado la rareza de este material que es de origen foráneo.

También se obtuvieron varios objetos orgánicos como leznas o punzones hechos de  metacarpo de venado y rematadores de cestería por enrollado; así como restos de liebres, conejos que fueron cocidos previamente, carapachos de tortuga de tierra y víbora de cascabel, también con evidencia de haber sido sometida al fuego.

De acuerdo con Villalpando Canchola, el proceso de la incineración de los cuerpos se hacía a altas temperaturas (por horas o tal vez por días), hasta que la pira enfriaba. Los restos eran limpiados, manipulados y posteriormente depositados en objetos cerámicos, lo anterior explica la ausencia de carbones y residuos de las piras en el interior de las vasijas de la “Loma de las cremaciones”.

En la excavación de las piras, en un espacio de 8 por 14 m, se recuperaron “troncos carbonizados, carbones y concentraciones de ceniza; cuentas y dijes de piedra, vasijas, anillos y brazaletes de concha, huesos de animales carbonizados y fragmentos pequeños y lascas de hueso humano calcinado.

“Estos dos momentos de un mismo proceso de disposición de los muertos (los crematorios y su depósito en vasijas funerarias) nos ayudan a completar la visión sobre Cerro de Trincheras, además de cómo vivían sus habitantes, ahora conocemos cómo representaron la vida a través de los muertos en el propio cementerio y lo que hicieron como ceremonias previas para la cremación”, explicó la arqueóloga Elisa Villalpando.

En ese sentido, destacó que en las piras se hallaron 17 vasijas depositadas a modo de ofrendas fúnebres, pues fueron colocadas en el lugar de la cremación, y más de la mitad son policromas y proceden del área de Casas Grandes (Chihuahua), lo que confirma que los grupos de la Tradición Trincheras del norte de Sonora mantenían un vínculo más estrechos con éstos, que con grupos de lo que hoy es el suroeste de Estados Unidos.

Los investigadores James T. Watson y Jessica Cerezo Román, de la Escuela de Antropología de la Universidad de Arizona, Estados Unidos, llevan a cabo los análisis osteológicos de las cremaciones; en esa misma institución también se realizan pruebas de fechamiento.

Por su parte, el maestro Gilberto Pérez Roldán, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí contribuye, junto con Fabiola Sánchez, de la misma casa de estudios, en los exámenes arqueozoológicos. Asimismo, en la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural y en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, ambas del INAH, se ha realizado la estabilización y restauración de piezas cerámicas.

Todos estos hallazgos e interpretaciones formarán parte del guión museográfico de lo que será la sala de exposición permanente del Centro de Visitantes de Cerro de Trincheras, la primera zona arqueológica abierta al público en Sonora, que en 2012 recibió a cerca de tres mil visitantes, provenientes sobre todo del noroeste de México y el sur de Estados Unidos.

Centro de Visitantes y Zona Arqueológica Cerro de Trincheras: Abierto de martes a domingo, de 9:00 a 18:00 horas. Blvd. Joaquín Murrieta y Calle Sonora. Trincheras, Sonora. Grupos previa cita al teléfono celular: 641 32 66 367. Acceso y servicios totalmente gratuitos.