El olor al típico asado acompañó el transitar de los miles de visitantes que, en el correr de la Semana Santa o de Turismo, como se conoce en el laico Uruguay, llegaron al recinto montevideano de la Rural del Prado para reencontrarse con las tradiciones que los gauchos legaron a la cultura del país.
El amplio espacio capitalino volvió, ya sin restricciones sanitarias tras la suspensión de la emergencia sanitaria, a recibir una multitud de visitantes, que recorrieron los puestos de artesanías y venta de comidas de feria como antesala al ruedo, donde jinetes y caballos acapararon miradas.
VOLVER AL RUEDO
"Después de dos años parados por la pandemia, este es un año bien diferente de caballadas", señala a Efe Carlos Benia, uno de los jinetes que compiten año a año.
Al tiempo que admite que el parón y la falta de entrenamiento hicieron que le costara participar, el jinete uruguayo que compite con cuatro compatriotas, además de argentinos y brasileños en la categoría Pelo Internacional, resalta que "es muy bueno" regresar.
En esa línea, el jurado Carlos Casas destaca que la semana tuvo "un buen marco de público", ansioso por presenciar las domas, declaradas oficialmente en 2006 deporte nacional.
"Creo que se refresca un poco la tradición. La gente a la que le gusta de acá de Montevideo y la gente que vino del interior es una fiesta que la viven mucho, la disfrutan", indica.
Quien puntúa la prolijidad en los movimientos de caballo y jinete en las categorías Basto Oriental, Basto Argentino, Tropilla, Pelo Nacional y Pelo Internacional, dice que Pelo y Basto Oriental son siempre las "más peleadas".
Frente a esta tradición, este año volvió a escucharse el reclamo de los protectores de animales para que se detengan las jineteadas; pero Casas argumenta que, como en toda actividad ecuestre, hay cuidados especiales para los caballos.
"Son caballos de deporte que trabajan 10 segundos en cada categoría y saben lo que están haciendo. Están acá porque no se dejaron domar, les gusta corcovear y tienen los mejores cuidados", resume.
MÁS VERDE, MÁS CULTURAL
Mientras la frase "La tradición se renueva" sella, con un equino en pleno trote, la invitación a la 95a edición del encuentro, el color que tiñe su fondo es indicio de esa renovación, pues, según el gerente de Festejos y Espectáculos de la Intendencia de Montevideo (IM), Pablo Barletta, se aspira a una fiesta "más verde".
Es así que se instalaron numerosos puntos de clasificación y reciclaje de residuos, iniciativa que, dice Barletta, va de la mano con el plan del gobierno capitalino para que Montevideo sea más limpia.
Además, con el fin de potenciar la presencia de la vegetación que, acota, "tanto valor le agrega a una ciudad", los organizadores dispusieron una zona con plantas trasladadas desde el Jardín Botánico e impulsaron charlas sobre autocultivo.
"Hay un centro en donde se están regalando semillas de varias especies que se pueden cultivar y la gente está teniendo una receptividad muy grande", subraya el gerente, quien puntualiza que la feria recibió un flujo récord, con unas 15.000 visitas diarias.
La renovación, sin embargo, también estuvo en el escenario, pues a las tradicionales payadas gauchescas -mezcla de rima y canto con guitarra- se sumaron espectáculos variados.
Así, pasaron por los escenarios de la Semana Criolla los acordes del cantautor Fernando Cabrera, las canciones de la compositora Florencia Núñez, el candombe de la orquesta marchante La Ventolera y el tango del conjunto de artistas LGBTIQ Tango Queer, entre otros.
TÍTERES CRIOLLOS
En un carruaje antiguo, las cortinas se abrieron para una función de títeres especial: la de la compañía La Ovidio.
Según explicó su director, Ovidio Fernández, si bien esta es la segunda edición de la que participa, el grupo presentó una obra más ligada a la temática criolla.
Cambió su show "de valija" o entretenimiento puro a uno de "mirada artística" basado en "Perico", libro para niños de Juan José Morosoli, quien ambientó sus obras en el campo uruguayo.
"Es un espectáculo emotivo, de la realidad dura del campo, él le escribe a los trabajadores, entonces tiene una carga social. A los adultos los atrae y los gurises (niños) también están muy atentos", concluye Fernández, quien destaca que vio a la gente "muy distendida y contenta" durante la semana de actividades.