Decenas de lazos de colores, colgados como banderas, recibieron a los invitados en el estadio del Club de Tenis de París, donde Anderson quiso recrear un ambiente de esperanza y optimismo, en una instalación creada por los artistas Joe McShea y Edgar Mosa.
Los primeros modelos salieron a la pasarela con un malla que les cubría todo el cuerpo con luces, que parecían salir del interior del cuerpo. Pero no era puro futurismo lo que proponía Anderson, pues introdujo con acierto los led en los detalles de abrigos, en las solapas de las gabardinas o en la cinturilla de los pantalones.
"Siento que estamos yendo hacia un período en el que la ropa tiene que ser capaz de competir con la no realidad. Además me gustaba esta idea de compartir algo casi espiritual, como si la luz te viniera de dentro", explicó Anderson a la prensa entre bambalinas.
La marca siguió la estela de la aplaudida colección de mujer, presentada en septiembre en París, en el que fue el primer desfile presencial de la marca desde marzo de 2020.
Ese nuevo discurso que Anderson está explorando en sus colecciones habla de la realidad y del cada vez más presente mundo virtual, que intenta anclar al día a día con objetos insignificantes, como un filtro de desagüe en acero -sí, el del fregadero y la ducha-, que en esta colección se convierte en un broche y en motivo de estampados.
"Tenemos que pensar cuál será el rol de la ropa en un mundo cada vez más digital. Esta colección trata sobre mirar a lo mundano y hacerlo decorativo, sobre la evolución del armario en un contexto de supresión de los límites de género, de revisar las prendas clásicas...", añadió.
En la última colección de mujer, en la que esculpió huevos rotos y pintauñas como si fueran tacones de zapatos, la popera combinación resultó un éxito para la crítica, mientras hoy el público parecía también divertido por estos pequeños detalles inesperados en una casa referente de elegancia y calidad.
Esta revisión de los clásicos se vio en las camisetas marineras, estructuradas en el interior con unas voluminosas placas en forma de corazones gigante. Los vaqueros se complementaron con cinturones de alambra en los que se escribe alguna palabra como un amigable "Hello", y los bolsos se transformaron en botines anchos.
Intrigaron también las camisetas interiores que ilustradas con las fotografías de los modelos que las vestían parecían revelar una doble identidad, un mundo interior protegido de lo que se muestra en la red.
Loewe no dejó fuera ni una de las prendas del fondo de armario masculino, cada una de ellas modernizadas con las luces, dibujos o incrustaciones de piezas de metal. También remodeló el abrigo de sastrería, al que incluyó una cinturilla de pantalón como si fueran bolsillos, añadiendo un nuevo volumen en la cadera.
Los jerséis de punto se transforman en guantes con lazos que rozan el suelo mientras que los bolsos de mano son conchas iluminadas con luces.
Destacaron en los accesorios también los bolsos tipo "Tote", en napa con agujeros, y un Amazona alto y rectangular, mientras que el famoso bolso de mano Flamenco, uno de los más vendidos de la firma reaparece decorado con conchas o reconvertido en un par de botas.