Por momentos, fue como si el año y medio de parón en la pasarela no hubiera sucedido: las colas se multiplicaban en torno a los jardines de las Tullerías para ver a las celebridades y modelos que acudieron al desfile, dentro de una instalación efímera preparada para acoger a un mayor número de invitados que el centenar de las últimas temporadas.
Dentro, era la hora de disfrutar de la moda, de los colores, del juego y de la creatividad de la italiana Maria Grazia Chiuri, diseñadora de la marca, que tiró del archivo sesentero de la firma.
En aquellos años, Dior despuntaba con el creador Marc Bohan a su frente, quien sustituyó las líneas voluminosas de los años 50 por cortes depurados, minifaldas coloridas, prendas geométricas y chaquetas rectas, que Chiuri recuperó con un punto deportivo.
Bohan lo llamó el "slim look" y la prensa lo alabó entonces por cambiar por completo el mundo de la moda.
Si esta colección no vino a cambiar el rumbo de las tendencias ni de la industria en general, sí que supuso un soplo de aire fresco y una mirada lúdica de futuro, aunque un tanto nostálgica, en un contexto en el que los diseñadores se apremian a dar con el "look" que defina el período pospandémico.
El amarillo, el verde, el rojo, el azul marino, el naranja y el frambuesa simbolizan para Chiuri el juego y el replanteamiento de las reglas del arte y de la vida, como defiende la artista Anna Paparatti, con quien colaboró para crear el escenario.
EL PODER DE LOS AÑOS 60
En la pasarela, una serie de casillas gigantescas colocadas como una escalera de caracol, las modelos permanecían estáticas hasta que les llegaba el turno de desfilar, una nueva forma de ver los diseños dejando al espectador el tiempo de no perderse ni un detalle.
Destacaron los minivestidos de cuello "halter" con estampados gráficos de animales salvajes, los pantalones cortos de seda tipo boxeador con bata a juego y las cazadoras rectas tipo bolero reinterpretadas en un efecto acolchado.
Los colores permitieron reinventar cada estilismo en varios tonos, ahondando en la idea del juego, aunque Dior no dejó atrás su fondo de armario: el traje de chaqueta en negro y con camisa blanca que se renueva con un pantalón de bermudas o la camisa masculina que ahora se lleva con falda negra tableada.
Saliendo también de la tendencia general de volver a los tejidos naturales, en pro de la ecología y el reciclaje, Dior recuperó el nailon y el neopreno en los volúmenes, los bordados en tres dimensiones y los tejidos brillantes.
En los zapatos, reinó la bailarina tipo mercedita, modernizada con colores fluorescentes, cuerdas en torno a la pierna, así como botas planas de punta cuadrada.
Chiuri se inspiró mucho en el trabajo de Paparatti, icono de las artes italianas en los años 60, marcado por la libertad, la experimentación y la rebelión, tres de las claves que Chiuri ha buscado desde su llegada a la marca en 2016.
Estos seis años han sido para Dior una transformación hacia una moda mucho más comercial, pero también más feminista y reivindicativa en sus mensajes, que han aliado el diseño de Chiuri con la filosofía de algunas de sus referentes: Chimamanda Ngozi Adichie, Eva Jospin, Lucia Marcucci o Tomaso Binga, entre otras.
La presentación de colecciones primavera-verano 2022, iniciada el lunes, continúa este miércoles con las propuestas de Balmain o Acne, que seguirán al desfile esta noche de Saint Laurent, el primero de la marca en París desde marzo de 2020.