Reducir el consumo de alimentos con gluten –como panes, pastas, harinas refinadas y arroz blanco– y de aquéllos abundantes en azúcares y grasas, así como de carnes y productos industrializados ricos en sal y conservadores, es efectivo para no alterar la estructura celular, un proceso invisible a nuestros ojos, pero asociado a enfermedades como la obesidad, la diabetes y el cáncer, crecientes en México, señaló.
A propósito del Día Mundial de la Salud, que se celebra el 7 de abril para conmemorar la creación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la profesora universitaria consideró relevante que esa instancia internacional haya elegido como tema la inocuidad de los alimentos, pues revela que la forma en que comemos es un asunto de salud pública de impacto global.
Sánchez Piña precisó que existen varios nexos entre lo que ingerimos y las enfermedades, uno ligado a la insalubridad y transmisión de infecciones, y otro más complejo, asociado a las nuevas formas de comer, a la industrialización y al mercado de estos suministros.
Inocuidad alimentaria
Los alimentos insalubres se relacionan con la muerte de dos millones de personas al año, en su mayoría niños, revela la OMS con motivo de esta celebración.
La comida con bacterias, virus, parásitos o sustancias químicas nocivas causan más de 200 enfermedades, desde diarreas hasta el cáncer.
En muchos países, como el nuestro, aún existen las infecciones por alimentos relacionadas con la insalubridad, la falta de calidad del agua y la transmisión de microorganismos, que provocan especialmente diarreas, reconoció.
Conforme aumenta la globalización de las provisiones alimentarias, se hace evidente la necesidad de reforzar los sistemas que velan por la inocuidad de los alimentos en el mundo. Por eso la OMS fomenta cinco medidas para mejorar la inocuidad de esos víveres en toda la cadena, desde la granja hasta el plato.
El organismo internacional recomienda a productores, vendedores y consumidores mantener la limpieza, separar los alimentos crudos y los procesados, cocinarlos completamente, mantenerlos a temperaturas seguras, además de usar agua y materias primas inocuas.
Respecto a las nuevas formas de comer, Sánchez Piña recomendó regresar a patrones naturales e ingerir lo que la naturaleza nos da, como frutas, verduras, granos y semillas. “A ellos podemos agregar algo de pescado y huevo de aves para tener una alimentación equilibrada”.
Asimismo, recomendó estar atentos a productos como el pollo, cuyas pechugas son sospechosamente grandes porque se crecen de forma artificial, así como moderar los lácteos, en especial de yogurt, crema, queso y diversos tipos de leche.
“Es recomendable consumir un 70 por ciento de proteína vegetal, presente en alimentos como la soya, y un 30 por ciento de proteína animal. También, moderar los azúcares, de preferencia no refinados, como el piloncillo, y beber agua natural con jugo de cítricos, sin azúcar, en cantidades de un litro y medio a dos, según la actividad física”, sugirió.
La universitaria expuso que la educación para la salud está orientada a generar una conciencia en la alimentación, con la reducción de antojitos a base de carne, grasa y condimentos por la noche, y de medicamentos para la indigestión y la gastritis, que se promueven de manera perversa a través de la publicidad.