“Al inicio de la pandemia hubo una gran preocupación por la posibilidad de que los servicios de malaria se vieran interrumpidos y que, en el peor de los casos, se perdieran 20 años de avances en la lucha contra la enfermedad”, señaló uno de los responsables del Programa Global sobre la Malaria en la OMS, Abdisalan Noor, durante una rueda de prensa.
Al presentar el último informe del año sobre la evolución de la malaria, el experto destacó que todas las organizaciones que trabajan para reducir el impacto de la malaria supieron adaptar sus programas y hacerlo rápidamente para garantizar que la prevención y los tratamientos continuarán a pesar de las dificultades que supuso la pandemia.
"Los últimos datos muestran que se evitó el peor escenario posible”, reveló Noor.
Ello no evitó que la emergencia sanitaria tuviese un efecto negativo en los esfuerzos por frenar la malaria y que por primera vez en dos décadas la mortalidad por esta enfermedad aumentó en 2020, cuando se registraron 69,000 muertes más con respecto al año anterior, de las cuales 47,000 estuvieron relacionadas con problemas provocados por la pandemia.
Los decesos por malaria el año pasado totalizaron 627,000, entre 241 millones de casos.
Según las estadísticas que centraliza la OMS, la tasa de mortalidad por malaria o paludismo ha disminuido en un 49% desde principios de este siglo.
África es la región más afectada del mundo, con un 95 % de los casos a nivel mundial y un 96 % de los fallecimientos. Alrededor del 80 % de víctimas mortales son niños menores de cinco años.
El objetivo establecido por la OMS en 2015 de reducir en un 40 % la incidencia y las muertes por malaria para 2020 no ha podido cumplirse.
Sin embargo, los expertos aseguraron que hay espacio para el optimismo ya que dos nuevos países fueron declarado completamente libres de malaria entre 2019 y 2020: China y El Salvador.
Además, el pasado octubre la OMS recomendó que se extienda el uso de la vacuna RTS,S contra la malaria, tras comprobarse que es segura en programas piloto realizados en Ghana, Kenia y Malaui, donde tuvo un impacto importante en la reducción de la mortalidad.