Las imágenes exhiben sin reparo alguno de los músculos del mandatario de 61 años, lo que según los críticos no sólo responde a su pasión por el deporte, sino que también es una forma del culto a la personalidad.
Pero lo cierto es que, paso a paso, el hombre fuerte de Rusia ha logrado hacer del país en los últimos años uno de los centros del deporte mundial.
Putin no escatima influencias para conseguir sus objetivos. Así, en Moscú se resalta que la continuidad de la lucha como deporte olímpico se ha debido en gran medida a sus gestiones. E incluso algunos observadores consideran al ex jefe de los servicios secretos como uno de los políticos con mayor influencia deportiva del planeta.
Casi no ha habido postulaciones a grandes eventos deportivos en las que Putin no haya tenido éxito. Los Mundiales de natación (en 2015 en Kazán), de hockey sobre hielo (en 2016 en Moscú y San Petersburgo) y de fútbol (2018), o el Gran Premio de Fórmula 1 de Sochi en 2014 son algunas de las citas que tendrán lugar en Rusia en el próximo lustro.
El gran aperitivo lo marcarán los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi en febrero de 2014. El Kremlin confía en que las imágenes de atletas festejando y del público disfrutando del evento mejorará la percepción de Rusia especialmente en el mundo occidental, que acusa al gobierno de Putin de violaciones a los derechos humanos.
El mandatario no ahorra gastos ni esfuerzos en sus objetivos. El propio Putin no dudó en viajar unos 11,000 kilómetros hacia Guatemala para presenciar la elección de los Juegos en 2007. Y los costos de Sochi alcanzarán los 37,500 millones de euros (50,571 millones de dólares), todo un récord en la historia del olimpismo.
Alrededor de la mitad de los fondos provendrían de inversores privados, que según medios rusos confían en obtener a cambio participación en lucrativos proyectos e influyentes asientos en las principales instituciones deportivas.
Y el próximo gran desafío ya está en la mira, porque San Petersburgo, la ciudad natal de Putin, está evaluando una postulación para los Juegos Olímpicos de verano de 2024.
Pero más allá de las ya conocidas críticas en torno a los derechos humanos y la falta de transparencia, también se alzan voces que ponen en duda la sostenibilidad de los nuevos escenarios deportivos y temen que el enorme complejo de esquí en Sochi y los nuevos estadios de fútbol terminen cayendo en desuso.
Incluso la saltadora Yelena Isinbayeva, que durante los Mundiales de atletismo fue cuestionada por su apoyo a la ley "antigay", criticó las malas condiciones en los centros de entrenamiento.
Lo que no ponen en duda ni siquiera sus más acérrimos adversarios es que Putin es un verdadero fanático del deporte.
El presidente ruso tiene un doctorado de honor en judo en una universidad de Corea del Sur, es presidente de honor de la Federación Internacional de ese deporte y tiene cinturón negro en karate.
Por eso, a nadie sorprende que en la página web del jefe del Kremlin los deportes tengan un enorme espacio. Sea por conveniencia o por pasión, Putin es experto como pocos en el manejo del poder deportivo.