Eso representa menos del 5 % de los ingresos que generó el sector en 2023, señala la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en un informe publicado este miércoles, en el que lanza un mensaje de advertencia sobre la situación y pide a las compañías que sean las primeras en asumir la responsabilidad de actuar.
El pasado año aumentaron ligeramente las emisiones de metano por los combustibles fósiles en el mundo, hasta 120 millones de toneladas, y si a eso se suman los 10 millones de toneladas provocadas por la bioenergía (básicamente por actividades tradicionales como cocinar con leña), se llegó a un nivel en torno al récord que se mantiene desde 2019.
Para contener el calentamiento global a 1.5 grados centígrados, que es el objetivo que se fijó la comunidad internacional, los autores del estudio estiman que habría que empezar por disminuir de aquí a 2030 en un 75 % las emisiones de metano causadas por los combustibles fósiles.
Los compromisos asumidos hasta ahora por los países y las compañías que explotan conducirían a un recorte del 50 %, de forma que serían insuficientes.
Faltan planes para aplicar los compromisos
Además, muchos de esos compromisos no están respaldados por planes de implementación, de forma que su cumplimiento efectivo no está garantizado, avisa la AIE, aunque su director ejecutivo, Fatih Birol, considera una evolución positiva los avances que se han producido en los últimos meses.
"Ahora -señala Birol en un comunicado- tenemos que centrarnos en transformar los compromisos en acción, mientras seguimos marcándonos objetivos más elevados".
Su organización calcula que alrededor del 40 % de las emisiones de metano generado en la explotación de los combustibles fósiles podrían evitarse con un coste nulo, porque si se recuperara ese gas su explotación comercial aportaría ingresos adicionales a las compañías del sector.
La posibilidad de rentabilizar la captación y comercialización del metano es más importante en la industria petrolífera y gasística (un 50 % del total) que en la del carbón (15 %).
Al final, disminuir en un 75 % las emisiones esta década supondría una inversión de unos 100,000 millones de dólares en el petróleo y el gas y 70,000 en el carbón.
Los autores del estudio hacen hincapié en que la intensidad de las emisiones por cada unidad de petróleo, de gas o de carbón extraído, varía enormemente, y que de un país a otro la relación puede ser de uno a 100.
Venezuela y Turkmenistán, los países menos eficientes
Noruega y los Países Bajos son los más eficientes y otros países de Oriente Medio como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos también tienen niveles relativamente bajos, mientras que en el otro extremo Venezuela y Turkmenistán son los que más contaminan en términos relativos.
El metano es responsable de alrededor de un tercio del aumento de la temperatura global desde el comienzo de la Revolución Industrial y aunque se disipa antes que el dióxido de carbono (CO2) -en unos 12 años, frente a los varios cientos necesarios para el CO2-, tiene un efecto mucho más fuerte a corto plazo como gas de efecto invernadero.
Las emisiones globales de metano rondan los 580 millones de toneladas, de los cuales en torno al 60 % están generadas por la actividad humana, como la explotación de la energía (unos 130 millones de toneladas) o la agricultura (que lidera el apartado con 145 millones en 2017, el último ejercicio del que se dispone de una estimación).
El 40 % procede de fuentes naturales, esencialmente las marismas.
Los datos preliminares indican que en 2023 se produjo un incremento significativo de la concentración de este gas en la atmósfera, siguiendo la tendencia de los últimos años, y que es 2.5 veces superior a la de la era preindustrial.