El número 5 del mundo, de 24 años, esperó al final del año para abrir un palmarés que la temporada pasada alimentó con profusión, pero que en esta permaneció inmóvil, fruto del irregular juego del ruso.
Medvedev se convierte en el heredero de una saga de rusos que han ganado en París, Marat Safin, Nikolay Davidenko y, el penúltimo, Karen Khachanov.
En su cuarta final en un Masters 1,000, el moscovita suma su tercer título de esa categoría, tras haber ganado el año pasado los de Cincinnati y Shangai, donde también derrotó en la final a Zverev, hasta ahora su único triunfo contra el alemán en 6 duelos.
Su buena actuación en París, donde emergió tras un año mustio, le elevará hasta el cuarto puesto del ránking, donde superará al suizo Roger Federer.
El ruso, definido muchas veces como un tenista diferente, se impuso en la final que medió a los dos últimos finalistas derrotados del Abierto de Estados Unidos. Medvedev perdió el año pasado contra el español Rafael Nadal y Zverev esta temporada frente al austríaco Dominic Thiem.
También era un duelo de dos de las figuras más prometedoras de la nueva generación, llamados a pelear por las mayores glorias en los próximos años.
Medvedev se antepuso al juego de un Zverev, siete del ránking a sus 23 años, que alcanzaba la final de París con una racha de 12 triunfos consecutivos a sus espaldas, convencido de poder sumar su tercer título seguido bajo techo tras los dos que se apuntó en Colonia.
En el camino, el alemán se apuntó incluso una segunda victoria en su carrera contra el español Rafael Nadal, al que derrotó con un juego brillante en semifinales de París.
Los augurios se solidificaron cuando el germano, entrenado por el español David Ferrer, se apuntó la primera manga, decidida en pocos detalles entre dos rivales que afianzaron con mano de hierro su servicio y solo en el undécimo el germano logró arrebatárselo al ruso para quedarse a un set del título.
Se las prometía felices Zverev, que ya veía cerca un cuarto Masters 1,000 en sus vitrinas, seguro de que el viento en popa que traía de Colonia le auparía al triunfo.
Pero reaccionó Medvedev, que dio un paso al frente en la pista que obligó al alemán a ceder la iniciativa. De lobo pasó el alemán a convertirse en cordero, listo para ser devorado por el ruso que no dejó de presionar sobre el servicio de un Zverev incapaz de rehacerse.
Se defendió como pudo hasta el octavo juego, cuando el ruso abrió una racha de seis juegos consecutivos, que le valieron para apuntarse la segunda manga y situarse 4-0 en la definitiva.
Suficiente para acabar con la resistencia del alemán, que perdió el hilo de su tenis y apenas pudo sumar un nuevo juego, antes de ceder el partido con una doble falta, símbolo de su desesperación en el campo.