Discurso de Martí Batres Guadarrama sobre la violencia

La violencia, para enfrentar la violencia, sólo ha generado que se agudice la espiral de violencia. Por eso es tan importante que hoy la sociedad, la ciudadanía, desde abajo, espontáneamente, esté cuestionando una política anticrimen que ha dejado en el país 40,000 muertes sin ligar siquiera que disminuya la delincuencia y el consumo de las drogas en México: Martí Batres Guadarrama

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Martí Batres.

Al conmemorar el 258 aniversario del nacimiento de Don Miguel Hidalgo y Costilla, ocurrido el 8 de mayo de 1753, resulta natural resaltar el carácter de revolucionario, de luchador social, que adquirió Miguel Hidalgo en la gesta por la Independencia.

Resulta importante hacerlo, además, cuando apenas hace un año, de manera oficial, desde los más altos niveles se trató de minimizar su papel, así como de frivolizar al personaje. Incluso se trató de desplazarlo priorizando figuras que fueron cuestionadas históricamente por su comportamiento en los festejos realizados en el Zócalo de la Ciudad de México.

Hidalgo no sólo luchó por la Independencia, buscaba también la justicia social. Y la independencia que proclamaba era toda una revolución en lo que él llamaba “la Nación Americana”, compuesta por todos los grupos sociales que estaban excluidos por la élite española. Para los insurgentes de Hidalgo estaba claro que las acciones de injusticia de los poderosos tenían su base en la mera avaricia, y por lo tanto, en su desarraigo y desprecio por la Patria.

En referencia a la élite de su tiempo, distinguida por su origen peninsular, Hidalgo denunciaba: “ellos no han venido sino para despojarnos de nuestros bienes, para quitarnos nuestras tierras, para tenernos avasallados bajo sus pies”.

Dicho de otra forma: por convicción y por estrategia, la lucha de Miguel Hidalgo tenía una dimensión eminentemente social, que se reflejó en las disposiciones en favor de los desprotegidos de su tiempo: los esclavos, las castas y los indígenas. No era sólo una lucha política, no buscaba sólo separar lo que hoy es México de España, sino sobre todo transformar las condiciones de vida de los desamparados.

Por ejemplo: al decretar la exención de impuestos para los individuos que en el esquema social de los tiempos de la Independencia eran llamados castas. Eso implicaba beneficiar a los pobres, pues era bien sabido que la diferencia entre ser oficialmente considerado español y ser mestizo o, como despectivamente se les llamaba “castas”, dependía del dinero con que se contara para la realización del asiento en el libro de bautizos.

La dinámica de ese tiempo era: tienes dinero, eres español, si no tiene dinero, entonces eres indio, mulato o cualquiera otra de las clasificaciones ominosas de castas. De ahí la importancia de volver universal el privilegio de no pagar el tributo, tal como lo hacía la élite de su tiempo, la población peninsular.

A Hidalgo, le animaba, como dice en el primer decreto de abolición de la esclavitud, “beneficiar a la nación en cuanto le sea posible”.

Asimismo, la disposición de liberar de los pagos de aduana a los productores de pulque incluida en el mismo decreto buscaba aligerar la dura carga que pesaba, entonces como ahora en las personas que, tal como lo dice textualmente Hidalgo “con lo que trabajan apenas les alcanza para la subsistencia y manutención de sus familias”.

En el decreto del 29 de noviembre de 1810, sentó un precedente más acerca de la dimensión social de la justicia al decretar la abolición de todas las exacciones de bienes y cajas de comunidad, así como toda la larga lista de contribuciones que se exigían al 80 por ciento de la población de su tiempo: los indios.

Por otra parte, la Dignidad tenía para Hidalgo, profundo conocedor de su sociedad, dos puntos fundamentales: la abolición de la esclavitud y la apuesta por la soberanía.

El asunto de la abolición de la esclavitud estaba ligado al concepto de igualdad natural de los seres humanos. En los tres decretos respectivos se hacía mención a la naturaleza humana como una sola, contra la cual actuaba la compra-venta de seres humanos. Por ello, dispuso que al liberarse los esclavos se les extendieran las escrituras correspondientes, por las cuales se les otorgara en plenitud los derechos inherentes a todos los seres humanos de su tiempo: la justicia, como el reconocimiento de la universal dignidad humana.

De la misma manera, Hidalgo decretó lo que cien años después volvería a reclamar Emiliano Zapata: devolver la tierra a los naturales, es decir a los habitantes naturales de estas tierras.

 La Dignidad que buscaban Hidalgo y los suyos estaba también ligada a la participación de la que él llamaba “Nación Americana”, compuesta por todas las clases desposeídas de su tiempo. En la vida pública: reclamaba el derecho a saber y a criticar su situación política, tal como lo manifestara en diciembre de 1810, en la exposición de motivos de la Ley de Guerra dictada en Guadalajara.

Lo anterior estaba íntimamente ligado a una transformación profunda del papel y la actuación de la autoridad. Tal como se desprende del análisis del Manifiesto al Pueblo de 22 de enero de 1812, la autoridad pública que buscaban Hidalgo y los suyos se caracterizaba por una actuación colegiada: un Congreso que dictara leyes acomodadas a las circunstancias de cada pueblo.

Hidalgo actuaba seguro que los representantes electos para tal fin “desterrarán la pobreza, moderando la devastación de la patria y la extracción de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, haremos uso de las riquísimas producciones de nuestros países”. Es decir, era claro entonces, como lo es ahora, que la felicidad y la tranquilidad del pueblo pasaba necesariamente por una transformación de la política, de la sociedad y de la economía que le dieran un contenido ético y popular al gobierno, que le imprimiera como prioridad inaplazable el destierro de la pobreza, base de toda justicia y, por lo tanto de toda paz duradera.

En ese sentido, fue muy importante para los insurgentes de 1810 controlar los excesos de la fuerza pública. Hidalgo, persona íntegra y consciente de la responsabilidad que implica conducir ejércitos, dictó severas penas contra quienes abusaban de la confianza y facultades que tenían conferidas. Tenía la convicción de que el fin y los medios están indisociablemente unidos y que la consecución de la justicia no puede lograrse a partir del abuso y la impunidad.

Como en los tiempos de los Insurgentes, la paz que hoy buscamos los mexicanos, está profundamente determinada por la justicia y la dignidad. Rendir homenaje hoy a Miguel Hidalgo y Costilla, en el 258 aniversario de su nacimiento, nos remite indispensablemente a saludar el arribo de la vigorosa movilización ciudadana que hoy reclama por las calles de todo el país, alto a la guerra. No más sangre. Esta movilización ciudadana que escuchamos, que vemos, que admiramos, cuestiona la violencia del crimen, cuestiona la delincuencia, pero también –vale la pena recalcarlo— cuestiona la estrategia que se ha llevado para enfrentar al crimen.

La violencia no se detiene con más violencia. La violencia, para enfrentar la violencia, sólo ha generado que se agudice la espiral de violencia. Por eso es tan importante que hoy la sociedad, la ciudadanía, desde abajo, espontáneamente, esté cuestionando una política anticrimen que ha dejado en el país 40 mil muertes sin ligar siquiera que disminuya la delincuencia y el consumo de las drogas en México.

En la Ciudad de México, sin duda, vivimos una situación muy importante. Vivimos ahora una paradoja curiosa de nuestros años recientes. Hace muy poco se decía que la Ciudad de México era la ciudad del crimen. Gran campaña se levantó contra el Distrito Federal, porque se decía que aquí era el asiento de la inseguridad, de la delincuencia, de la violencia, del crimen. No obstante, hoy el Distrito Federal es el espacio más seguro del todo el país.

Sí, tenemos nuestros problemas sin duda, tenemos que seguir enfrentándolos y resolverlos, pero ciertamente el Distrito Federal es un espacio donde incluso habitantes de otros estados del país piden refugio para vivir con tranquilidad y con seguridad. Esta situación que enfrenta la Ciudad de México, de tener frente al país un contraste positivo que le permite presumir de grados mayores de seguridad y tranquilidad, tiene su raíz, precisamente, en un blindaje social, porque la estrategia que se ha privilegiado para enfrentar la delincuencia, la delincuencia, la inseguridad en nuestra ciudad es la construcción de derechos sociales y de derechos económicos para la población. Precisamente como lo pedía Don Miguel Hidalgo y Costilla. Y se ha comprobado que es la mejor forma de prevenir el crimen y a violencia.

Es el impulso a los derechos sociales y a los derechos económicos es la mejor prevención de toda inseguridad y violencia y es también el mejor homenaje a Don Miguel Hidalgo y Costilla.

Muchas gracias por su atención.