Fiesta jalisciense puso de ambiente la Alhóndiga de Granaditas

La fiesta jalisciense se hizo la víspera en la Alhóndiga de Granaditas tan pronto como inició el Festival Internacional Cervantino (FIC) que, en su edición 44, se realiza hasta el 23 de octubre. La población local y no pocos visitantes asiduos al encuentro se extrañaron porque la festividad inició en domingo; algo insólito.

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La mexicanidad del FIC se hizo patente una vez más como desde hace 44 años, con dos de las entidades artísticas y culturales de mayor arraigo en Jalisco: la Orquesta Filarmónica y el Mariachi Nuevo Tecalitlán. Su presencia en el escenario bastó para que el público esperara un concierto inolvidable.

A la orquesta, que el año pasado cumplió su primer siglo de vida, y al mariachi que fue fundado en 1965 y actualmente lo integra su segunda generación, misma que incorporó arpa a su dotación instrumental, se sumó la voz potente y cálida de la soprano tapatía Bárbara Padilla, quien con altibajos logró encender el ánimo de la gente.

Jalisco es la entidad Invitada de Honor del FIC, por eso trajo a esta ciudad colonial, hoy Patrimonio de la Humanidad, una gala musical y visual para toda la familia, amalgama de tradición, depurada técnica interpretativa, colorido y musicalidad, que tocó la sensibilidad de quien la escuchó y observó. El programa preparado para la ocasión fue variopinto.

Antes de iniciar la gala inaugural, el público protestó airadamente por la falta de asientos. Una amplia sección de la sillería fue acotada para invitados especiales y trabajadores del gobierno, muchos de los cuales ni llegaron. Las sillas vacías no pudieron ser ocupadas por nadie, pues los cuerpos de seguridad taparon el paso a quien no era ni uno ni otro.

Un maridaje colectivo igualmente excepcional se generó en el acto, entre las familias de los instrumentos sinfónicos y los tradicionales de la música popular, como los guitarrones y las vihuelas.

De tal suerte que melómanos de acendrado conocimiento musical, al igual que el pueblo que canta porque le sale del corazón, vivieron una experiencia de alegría.

El repertorio se escuchó sobre el escenario con técnica y academia, con conocimientos de solfeo y disciplina artística.

Abajo, en las gradas y sillería, el público cantó desde lo más hondo de sus sentimientos. Hubo quien al cantar a voz de cuello, hasta cerró los ojitos y frunció el entrecejo en una sincera actitud bravía, propia del cancionero popular mexicano.

Los temas cantados y los compositores interpretados fueron variados en épocas y estilos. De Moncayo con su “Huapango” a Velázquez con “Bésame mucho”; de Juan Gabriel con “Ya lo sé que tú te vas” y “Amor eterno”, a Greever con “Júrame”; de un anónimo se oyó “El son de La Negra” y vibró la inspiración de Monge con “México lindo y querido”.

El público gozó con orquesta y mariachi. De Lara con “Granada” a Esperón con “¡Ay Jalisco no te rajes!”, y de Guízar con su gran “Guadalajara”, a una serie de popurrís, de sones y de música mexicana. La dirección fue del maestro Enrique Radillo, quien con enérgica batuta logró arrancar a los instrumentistas toda la pasión que el público insistía.

Una pantalla colocada a un costado del escenario hizo rabiar al público que le tocó estar junto a la prensa acreditada, es decir, en las escaleras que suben a la Alhóndiga, muy lejos de los artistas. Un asistente lo explicó: La pantalla es para que podamos ver detalles que en directo no vemos, pero en ella el mariachi se ve más chiquito. No saben usar el zoom”.

Así transcurrió la inauguración, desangelada, para muchos. Con una orquesta excelente, un mariachi que está alcanzando su madurez y una cantante que sin duda hacía su mayor esfuerzo. Los juegos pirotécnicos que de súbito surcaron el aire despabilaron al público y al mismo tiempo, “¡Ay Jalisco no te rajes!”, interpretado por todos los del elenco, fue la antesala del fin.

Tardíamente, “Caminos de Guanajuato” levantó el ánimo general, pero era ya el encore.