Hipertensos y diabéticos, más propensos a desarrollar la enfermedad vascular cerebral

Las personas con hipertensión, daño cardiaco y diabetes son más propensas a desarrollar la enfermedad vascular cerebral (EVC), una alteración neurológica frecuente en nuestros días que ocurre sorpresivamente cuando una arteria del cerebro se obstruye y produce la interrupción o pérdida repentina del flujo sanguíneo en ese órgano. También puede causarla la ruptura de un vaso o la llegada o formación de un coágulo en la arteria.

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La EVC ocurre cuando una arteria del cerebro se obstruye y produce la interrupción o pérdida repentina del flujo sanguíneo a ese órgano.

“Aunque a veces su efecto es transitorio, en la mayoría de los casos deja secuelas para hablar y caminar; por ello, es el motivo más común de discapacidad en personas mayores de 65 años. Además, es la tercera causa de muerte en adultos a nivel mundial y la quinta en México”, informó Alberto Lifshitz Guinzberg, profesor de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM y médico internista.

En torno al Día Mundial de la Enfermedad Vascular Cerebral, a celebrarse este 29 de octubre, precisó que ese nombre engloba un concepto más amplio, donde caben eventos transitorios y agudos.

Trombo, embolia o hemorragia

La EVC se agrupa en tres tipos principales: El trombótico, que ocurre cuando el flujo de sangre de una arteria cerebral se bloquea debido a un coágulo que se forma dentro de ella. “Trombosis significa que se tapa una arteria y se produce un infarto, pues una zona del cerebro queda sin irrigación y se muere”, detalló Lifshitz.

La ateroesclerosis, que es la acumulación de depósitos grasos en las paredes de las arterias, causa un estrechamiento de los vasos y con frecuencia es responsable de la formación de esos coágulos.

Otro tipo es el embólico, que sucede si el coágulo se origina en alguna parte alejada del cerebro, como el corazón. Una porción del coágulo (un émbolo) se desprende y es arrastrado por la corriente sanguínea al cerebro, donde llega hasta un estrecho vaso sanguíneo, lo tapa y corta el abastecimiento de sangre. Este bloque súbito se llama embolia.

Un tercer tipo es el hemorrágico, también llamado derrame cerebral, y lo causa la ruptura y sangrado de un vaso sanguíneo en el cerebro. “De igual manera existen los aneurismas y las malformaciones arteriales o venosas, que también son EVC, pero no son agudas ni son accidentes vasculares, porque pueden tenerse sin que la persona se percate”, aclaró.

Avisos preventivos

De manera preventiva, Lifshitz recomendó que si un paciente sabe que tiene una enfermedad del corazón que causa embolia, si ha padecido un infarto o una arritmia llamada fibrilación auricular, debe estar al acecho y atenderse de manera periódica.

“Existen algunos eventos del sistema nervioso, como la parálisis transitoria de un brazo, una pierna o de la mitad del cuerpo, de las que la persona se recupera. Son avisos de que habrá un infarto cerebral pronto. Eso se llama isquemia cerebral transitoria y si ocurre a veces se puede hacer algo para detener un daño mayor como la trombosis”, comentó.

Muchos pacientes hipertensos mueren de EVC, mientras que también afectan la diabetes y el tabaquismo, que producen ateroesclerosis, y algunas drogas como la cocaína, que causan vasoconstricción intensa.

Durante un EVC el cerebro se hincha y se comprime dentro del cráneo porque no puede expandirse.

“Muchas veces en cuanto pasa la hinchazón o edema cerebral el paciente mejora, es una evolución común que ocurre en dos o tres días. Si no muere en esos primeros días, comúnmente queda con secuelas motoras, que paralizan la mitad de su cuerpo y le impiden caminar y hablar”, subrayó.

Para evitar la ocurrencia de un EVC, Lifshitz recomendó cuidar la salud con una alimentación sana, ejercicio y vigilancia de la presión arterial y la diabetes.

Los signos de alarma son el entumecimiento, debilidad o parálisis repentino de la cara, brazos o piernas en uno o ambos lados del cuerpo; ocurrencia súbita de visión borrosa o reducción de la visión en uno o los dos ojos; aparición brusca de mareos, pérdida del equilibrio o caídas sin explicación; incapacidad repentina para comunicarse por dificultad para hablar o entender; aparición súbita e intensa de dolor de cabeza; problemas repentinos al caminar, mareos o pérdida del equilibro o de la coordinación.