Estos fenómenos, aunados a la vulnerabilidad de cada país, pueden contribuir a aumentar una variable que influye incluso en el desarrollo económico de la nación.
El huracán es el más severo de los fenómenos meteorológicos conocidos como ciclones tropicales.
Son sistemas de baja presión con actividad lluviosa y eléctrica cuyos vientos rotan en dirección contraria a las manecillas del reloj en el hemisferio Norte. Un ciclón tropical con vientos menores o de 62 kilómetros por hora se le considera una depresión tropical.
Cuando esos vientos alcanzan velocidades de 63 a 117 kilómetros por hora se clasifica como tormenta tropical y se convierte ya en un huracán cuando los vientos exceden los 118 kilómetros por hora.
Después el huracán puede crecer rápida o lentamente y su medición se realiza con la escala Saffir-Simpson de cinco niveles.
Esta escala, desarrollada en 1969 por el ingeniero civil Herbert Saffir y el director del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, Bob Simpson, clasifica los ciclones tropicales según la intensidad del viento y los posibles daños a edificaciones.
La categoría uno son vientos entre 119 y 153 kilómetros por hora, capaces de dañar arbustos y árboles, y generar inundaciones en zonas costeras, así como daños de poco alcance en puertos.
En la categoría se dan vientos en un rango de 154 a 177 kilómetros por hora (km/h) y daños en tejados, puertas y ventanas. Se pueden producir importantes daños en la vegetación, casas móviles y generar inundaciones en puertos así como ruptura de pequeños amarres.
Categoría tres son vientos de 178 a 209 km/h y daños estructurales en edificios pequeños. Las inundaciones destruyen edificaciones pequeñas en zonas costeras y objetos a la deriva pueden causar daños en edificios mayores con la posibilidad de inundaciones tierra adentro.
La categoría cuatro alcanza vientos de 210 a 249 km/h con daños generalizados en estructuras protectoras, desplome de tejados en edificios pequeños, alta erosión de bancales y playas e inundaciones en terrenos interiores.
Mientras que la categoría cinco son vientos de 250 km/h o mayores con destrucción de tejados completa en algunos edificios. Las inundaciones pueden llegar a las plantas bajas de los edificios cercanos a la costa. Debe ser requerida la evacuación masiva de áreas residenciales.
Los huracanes pasan a la historia y son recordados por sus nombres por la destrucción que dejan a su paso, entre ellos hay nombres célebres como “Katrina”.
Este fenómeno devastó Nueva Orleans en el 2005, con un total de mil 836 muertos y 705 desaparecidos, así como daños estimados en 108 mil millones de dólares.
Antes “Paulina” azotó la costa mexicana del Pacífico en 1997, afectando Chiapas, Oaxaca y Guerrero, y dejó a su paso destrucción y muerte. Se le atribuyen entre 300 y 500 muertes, 300 mil damnificados y daños millonarios.
En 1988 “Gilberto” se convirtió en otro de los huracanes más devastadores que ha conocido la vertiente atlántica.
Este ciclón golpeó durante nueve días el Caribe y el Golfo de México. Dejó a su paso 341 muertos, la mayoría en México, y daños estimados para los territorios afectados de cinco mil 500 millones de dólares.
En 1998, el huracán “Mitch”, es el segundo huracán más mortífero de la vertiente atlántica del que se tiene constancia, con vientos sostenidos de 290 km/h. Este huracán dejó tras de sí a 18 mil muertos en América Central entre el 22 de octubre y el 5 de noviembre de ese año.
En el 2012, el huracán Sandy afectó como categoría tres la costa atlántica de Estados Unidos. Estados como Virginia, Nueva York, Washington y Pensilvania, sufrieron daños estimados en 68 mil millones de dólares y se registraron 13 fallecidos.
En el 2013 se formaron los huracanes “Manuel” e “Ingrid” ambos tocaron tierra en México casi al mismo tiempo, tanto por el Pacífico como por el Atlántico.
El estado más dañado fue Guerrero, en específico el puerto de Acapulco, donde “Manuel” causó pérdidas millonarias; los daños de este ciclón sólo están por debajo de “Paulina”.
Los nombres de huracanes que llegan a ser muy destructivos son retirados, quedan en los registros históricos y son sustituidos por otros que inician con la misma letra.
Los meteorólogos empezaron a nombrar estos fenómenos para permitir la facilidad de comunicación entre ellos y el público en general en áreas relacionadas con las previsiones, avisos y peligros.
En 1979 la Organización Meteorológica Mundial (WMO, por sus siglas en inglés) y el Servicio Meteorológico de Estados Unidos incorporaron nombres alternos de hombres y mujeres.
Cada año se prepara una lista potencial de nombres para la venidera temporada de huracanes. La lista contiene un nombre por cada letra del alfabeto (las letras Q, U, X, Y, Z no se incluyen debido a que pocos nombres empiezan con esas letras).
Estas listas son recicladas cada seis años y se reemplazan los nombres cuando el nombre de un huracán ha sido retirado, según la WMO.
Solamente una vez se ha agotado la lista de nombres de huracanes en una temporada, y eso ocurrió en el 2005.
Esa ha sido la temporada de huracanes más activa del Atlántico en la historia desde que se llevan registros, al producirse más tormentas tropicales que en cualquier otro año (28), más huracanes (14), más huracanes de categoría 5 en la escala Saffir-Simpson (4; ninguna otra temporada había registrado más de dos huracanes de esa fuerza).
Esa temporada también se registró el huracán más intenso de la historia, el huracán Wilma, que contó con una presión barométrica de 882 milibares. Ahora Patricia detenta ese récord con 879 milibares, pero todavía no es oficial por parte de la WMO.
La listas oficiales de huracanes para cada año tienen 21 nombres, y en la actualidad ya están elaboradas hasta el 2020 tanto en la Cuenca del Atlántico (Golfo de México, Mar Caribe, Océano Atlántico) como en el Pacífico Norte.
La temporada oficial de huracanes del Pacífico norte se inicia el 15 de mayo, mientras que la del Atlántico se inicia el 1 de junio, pero ambas concluyen 30 de noviembre.