En el marco de la celebración del natalicio de Benito Juárez, a quien Andrés Manuel calificó como "símbolo de honestidad, austeridad, rectitud, laicismo, legalidad y patriotismo. Este presidente vitalicio dejó muchas lecciones para actuar en circunstancias difíciles, pero quizá la enseñanza mayor fue su ejemplo de perseverancia y su inquebrantable fe en la causa que defendía".
Estamos convencidos que, más temprano que tarde, lograremos el renacimiento de México. Basamos nuestro optimismo en el hecho de que la actual decadencia ha sido causada por una funesta camarilla que no podrá, por mucho tiempo, impedir la dicha y la felicidad de nuestro pueblo.
Sabemos bien, estamos muy conscientes que los males que aquejan y atormentan a la nación, no son producto de la fatalidad o del destino. Tampoco existe ninguna razón natural o geográfica que justifique el empobrecimiento del pueblo y la actual decadencia.
México es uno de los países con más recursos naturales en el mundo. En todo su territorio hay riquezas: en el Norte, minas de oro, plata y cobre; en el Sur, agua, gas y petróleo y, en todos lados, tenemos nuestro mejor recurso: el pueblo cuenta con cultura, tiene vocación de trabajo y una inmensa bondad.
Por eso, entendemos bien que todo lo que está pasando es el fruto podrido de la política de pillaje que ha venido imponiendo una minoría para satisfacer su ambición y codicia a costa del sufrimiento de la inmensa mayoría de los mexicanos.
Hay crisis porque el petróleo, el gas y la electricidad, han sido explotados de manera irracional, en provecho de empresas trasnacionales, de traficantes de influencia y de políticos corruptos.
Hay crisis porque, desde Salinas hasta Calderón, se han entregado 25 millones de hectáreas, el 12 por ciento del territorio nacional, para la explotación del oro, la plata, el cobre y se ha favorecido, básicamente, a tres consorcios: Grupo México, Peñoles y Carso, así como a las mineras canadienses, asociadas con políticos del PRI y del PAN.
Hay crisis porque se abandonaron las actividades productivas, tanto en el campo como en la ciudad. Hay crisis porque los potentados no pagan impuestos. Hay crisis porque se protege a los monopolios vinculados al poder.
Hay crisis, en suma, porque en México domina una oligarquía y no hay una auténtica democracia.
Quienes impusieron a Calderón son responsables del dolor de las familia
Nuestro país, además de otras calamidades, está inmerso en una grave crisis de inseguridad y violencia. También, quienes impusieron a Calderón son responsables del dolor de miles de familias, del miedo y del temor que prevalece en hogares y calles de casi todo el territorio nacional.
No olvidemos que esta minoría codiciosa y sin llenadera, ha hecho ingrata la vida de millones de mexicanos y, además, llevó a la presidencia a una persona incapaz de garantizar la tranquilidad y la paz social.
Calderón, para ser claros, no estaba ni siquiera para ministerio público, con todo respeto a los ministerios públicos, mucho menos para presidente de México.
Calderón, como ha quedado demostrado, no es un hombre de Estado. Calderón, repito, le pegó un garrotazo a lo tonto al avispero y ahora todos estamos pagando las consecuencias. Fue irresponsable y torpe declarar la guerra a la delincuencia organizada sin conocer la realidad y sin un plan integral que pusiera el énfasis en el desarrollo social.
Una y otra vez hemos insistido que la forma más eficaz y humana de enfrentar la inseguridad y la violencia, pasa por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la población. Las medidas coercitivas no resuelven el problema. No basta con el Ejército, la policía, las cárceles, las amenazas de mano dura y leyes más severas. Se requiere atender, antes que nada, las demandas de trabajo y bienestar.
El proceder de Calderón en esta materia ha dañado gravemente al país. Han perdido la vida, y eso es lo más lamentable, miles de seres humanos, algo que no sucedía desde la Revolución. Por si fuese poco, se ha desgastado al Ejército y se está alentando a los criollos que quieren anexarnos y a quienes siempre están esperando intervenir desde el extranjero en asuntos que sólo competen a los mexicanos.