Ambas se remontan a España y la primera señala que procede de 1882, cuando un conjunto de madrileños acudió a la plaza de la Puerta del Sol para ingerir una uva por cada campanada de medianoche, una parodia de la costumbre de la clase burguesa de beber champaña y comer uvas en Noche Vieja.
De acuerdo con información del Instituto Gastronómico Aspic, la segunda teoría marca el origen de esta tradición, que también se sigue en Venezuela, Argentina, Ecuador, Perú, Chile y Colombia, en 1909, cuando los productores del fruto en Alicante, España, tuvieron una muy buena cosecha.
Por esa razón, continuó, se pusieron a vender su producto como las “uvas de la buena suerte” para recibir al año nuevo, y desde entonces la tradición se difundió hasta convertirse en un canon en países de habla hispana para celebrar el fin de año y recibir con regocijo al nuevo.
La uva es un fruto de muy antiguo consumo entre los humanos e incluso hay huellas de que los cultivadores de la era neolítica ya la comían, y desde entonces ha llevado sus beneficios naturales a quien la ingiere: rica en agua, fibra, potasio, calcio, fósforo y vitaminas A y B, añadió la fuente.
También es un alimento que posee laxantes naturales y “los polifenoles que contienen poseen propiedades antioxidantes”, anotó.