La invasión de áreas naturales protegidas, cambio de uso de suelo, sobreexplotación hídrica, deforestación y otros procesos urbano-rurales han convertido al sur capitalino y a otras localidades del país en sitios vulnerables para el crecimiento urbano.
Según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) de 2002, el cambio en la cobertura y uso de suelo afectan del 64 al 80 por ciento de la superficie vegetal del país, al poner en riesgo tanto a la estabilidad de los ecosistemas como a las personas debido a perturbaciones climáticas, económicas y sociopolíticas.
De continuar este patrón, ¿qué sucederá con esta zona en una o dos décadas?, preguntó Juan Carlos Mejía Canchola, estudiante del posgrado de Arquitectura de la UNAM, quien realiza un diagnóstico para, a partir de ahí, formular un pronóstico y una propuesta para delimitar zonas de desarrollo y crear unidades de gestión ambiental en esas delegaciones.
Un primer nivel de trabajo consiste en la regionalización ecológica (o ecorregionalización), basada en la delimitación o caracterización de espacios geofísicos relativamente homogéneos en función del medio físico y biológico.
Con base en sistemas de información geográfica —y colaboraciones con el Gobierno del Distrito Federal (GDF), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y diversas ONG—, así como de información de los habitantes de las zonas de estudio, Mejía Canchola identificó características del terreno como relieve, geología, suelos, clima, vegetación y uso de suelo (procesos de invasión en áreas naturales protegidas) en Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta.
En el sur los problemas de invasión, el cambio de uso de suelo (de natural a agrícola y de rural a urbano) y la deforestación han agudizado el desabasto de agua y la recuperación de suelos, que para lograr ese proceso tardan hasta un siglo, y para formar una capa de un centímetro, una década. La regeneración es lenta, necesita un enriquecimiento de nutrientes como potasio, calcio, nitrógeno y otros elementos químicos y orgánicos.
Como parte de su tesis de maestría, Caracterización del impacto de la sobreexplotación de agua por los cambios de uso de suelo en los últimos 10 años en el DF, Mejía Canchola utilizó un modelo espacial para simular las alteraciones de la cobertura vegetal de 2004 a 2014.
El modelado se llama DINAMIC y fue traído de Brasil. Es usado en el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental (CIGA) de la UNAM por Jean François Mas, Gerardo Bocco y Gabriela Cuevas para simular la captura de carbono en Michoacán.
Con el modelaje, explicó el geógrafo, se hace un manejo virtual con vectores o imágenes satelitales, las cuales se georreferencian para, mediante algoritmos y un proceso de clasificación, discriminar las áreas de mayor afectación.
Así, con el análisis de la cobertura vegetal es posible medir la extensión de las áreas perturbadas, determinar cuánto ha crecido la mancha urbana en los territorios de conservación e identificar cuáles no deberían ser modificados.
En Milpa Alta, según datos preliminares, las zonas donde hay un mayor crecimiento en los últimos 10 años son San Pedro Atocpan, San Salvador Cuauhtenco, San Antonio Tecomitl, San Pablo Oztotepec, San Bartolomé Xicomulco, San Lorenzo Tlacoyucan y Villa Milpa Alta.
Además, se determinó que en Tláhuac la mayor parte de la población se localiza en Santa Catarina Yecahuizotl, San Andrés Mixquic, San Nicolás Tetelco y San Juan Ixtayopan, y que en Xochimilco, tanto San Gregorio Atlacomulco como San Francisco Caltongo pasaron de una agricultura de sostenimiento o venta de productos que antiguamente llegaba al interior del país, a una producción de autoconsumo para el DF.
Los procesos de invasión e inmobiliarios más notorios se han dado del lado de Santiago Tepalcatlalpan y Santa Cruz Acalpixca, San Juan, Tepepan, Huichapan, San Lorenzo Atemoaya y Santa María Nativitas.
En otras áreas ha habido un “desarrollo inmobiliario brutal” que ha derivado en la construcción de viviendas de bajos recursos y edificaciones, que han hecho que en lugares donde antes habían 20 o 30 casas, ahora haya 200 o 300 familias, lo que es preocupante debido a que se asientan en áreas de conservación que registran el mayor filtrado de agua hacia los lagos de Xochimilco y Tláhuac.
En el DF, el suelo de conservación tiene una extensión de 88 mil 442 hectáreas, ocupa el 59 por ciento de su territorio y se concentra en las delegaciones Álvaro Obregón, Cuajimalpa de Morelos, Gustavo A. Madero, Iztapalapa, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco.
Tláhuac, por ejemplo, tiene una superficie total de ocho mil 534.62 hectáreas y su suelo de conservación representa dos terceras partes de su territorio. El 61.32 por ciento es de uso agropecuario, el 4.55 pastizal y tan sólo 0.62, bosque.
No obstante, el área se ha vuelto más urbana y la introducción del Metro y el mejoramiento en los procesos de movilidad han detonado un problema socialmente mayor, al hacerla más accesible a la población.
El suelo urbano ocupa una tercera parte; el habitacional es el predominante, con el 26.50 por ciento; con menor porcentaje está el mixto, con cuatro; de equipamiento, con dos, y en áreas verdes, con uno.
De seguir esta tendencia, en 10 años el paisaje de esa parte del sur del DF perderá su segmentación. En poblados de Milpa Alta como San Gregorio y San Pedro Atocpan ya no se verán áreas verdes o de cultivo, sino casas, una encima de otra, y una necesidad creciente de agua, como acontece en ciudad Nezahualcóyotl, Chimalhuacán o Coacalco. No va a haber una limitante ambiental.
No obstante, sí podemos conservar las áreas naturales de Milpa Alta, Tláhuac, Xochimilco, Álvaro Obregón y Magdalena Contreras. La ciudad de México puede alcanzar la sostenibilidad, es decir, lograr un equilibrio entre el ingreso y egreso hídrico.
El modelado de las zonas de estudio —que utiliza el mapeo de las formas de relieve (a diferentes resoluciones) como eje principal de insumo para la clasificación del paisaje— permitirá proponer alternativas de reutilización de terrenos alterados por la actividad humana en suelos de conservación.
El universitario ya identificó y delimitó áreas de desarrollo, donde se podría instrumentar un plan de desarrollo a nivel micrositio, con base en diferentes modelos como los de vivienda sustentable, recipientes con segmentos de piedra para filtrar agua de lluvia (como en Noruega y Japón) y programas para reutilización de la basura (como en Alemania y Taiwán).
En zonas con perturbaciones menores, se podrían utilizar plantas para regenerar el suelo o reforestar, con la participación de personas con conocimiento sobre el suelo y agricultura.
En Milpa Alta, donde se cultiva nopal, es factible emplear esferas retentoras de agua. Con estos “chochitos” de hidrogel (usados en Canadá para investigación y en Arabia para almacenamiento) disminuye el consumo del líquido, pero sin merma en el tamaño de la planta.
También en Milpa Alta, pero hacia Cuernavaca (zona de mucha lluvia aprovechable), podrían construirse terrazas para almacenamiento hídrico, lo que permitiría un abastecimiento adecuado mediante diques que se abrirían y cerrarían vía un sistema computacional.
En zonas de conservación muy perturbadas se pueden construir unidades de gestión ambiental. Son áreas específicas en las que se aplicaría un plan de mitigación para su conservación y para elevar su productividad. Ahí se podrán desarrollar actividades redituables que no dañen al ambiente.
El proyecto de investigación de Mejía Canchola —con el que elaborará una propuesta al Gobierno del DF con miras a lo que sucederá en 10 años en el sur capitalino—, aportará información para “nivelar lo extraído, lo que se puede preservar y el costo para la sociedad y la persona”.