Ataviados con prendas negras, mascaras de calavera, velos y sombreros al estilo de la célebre Catrina de Posadas, adultos mayores ofrecieron una representación en el auditorio del Centro de la Tercera Edad, iniciando con una breve reseña histórica del tradicional festejo popular, propio del sincretismo religioso de las culturas nativas y europeas donde se rinde culto a los muertos.
Sincretismo rico en simbolismos, olores colores y sabores, donde se destaca la presencia indispensable de cuando menos nueve elementos, el principal, la forma que tenemos los mexicanos de concebir a la muerte y su festiva relación con los vivos: “La Muerte nos pela los dientes y aun así, nos la comemos en dulce, fruta o pan”, narraron jocosos los expositores.
Los elementos son: Agua, que representa la pureza de espíritu los difuntos; La Sal que los limpia y conserva, El Copal que los ilumina y guía de camino al reino de los muertos; El Incienso que los purifica; Las Flores que anuncian festividad, y pétalos muestra el camino a casa; Los Juguetes de barro (xoloescuintles) para los infantes difuntos; El Petate que anuncia morada y descanso; y finalmente, el pan de muerto que significa fraternidad.
Además de estos elementos indispensables en toda ofrenda de Día de Muertos, los adultos mayores de Benito Juárez recomiendan: una cruz, la fotografía del difunto, así como sus gustos gastronómicos, como pudiera ser el mole de guajolote, chocolate, la copita de mezcal, sin olvidar la fruta y las calaveritas de azúcar.
Así, concluyeron, que para las pasadas y nuevas generaciones es como debe montarse entenderse y montarse una ofrenda de Día de Muertos, y que dicho sea de paso, señalaron cuatro fechas para celebrar de acuerdo a la cultura prehispánica: 29 de octubre para los difuntos accidentados; 30 de octubre, para los difuntos extraviados en el limbo por falta de bautismo; el primero de noviembre para los niños difuntos y el día 2 de noviembre, para los santos difuntos adultos.