A su paso por Bilbao para asistir al foro Innovate4Climate 2023, organizado por el Banco Mundial en la capital vizcaína, García Mora ha defendido en entrevista con EFE la necesidad de apostar por un “crecimiento sostenible” pues, arguye, sin este será muy difícil erradicar la pobreza que, por ejemplo, afecta al 33 % de la población de Latinoamérica, recuerda.
Contra la corriente decrecentista que gana posiciones -hasta el punto que el Parlamento Europeo acogiera recientemente el encuentro “Beyond Growth” para abordar cómo, en esencia producir, consumir y trabajar menos es una vía para resolver la crisis ecológica-, García Mora sostiene que este planteamiento es un “error” pues “el crecimiento es fundamental”.
Aunque reconoce que el crecimiento tiene que ser sostenible -algo que, asegura, es posible y necesario-, juzga que ni siquiera las economías más enriquecidas pueden permitirse dejar de crecer, pues por ejemplo “si Europa deja de crecer, deja de consumir, y si Europa deja de consumir los países productores dejan de producir, y entonces no terminarían de desarrollarse”.
Se calcula que atajar la crisis climática exige movilizar al menos un billón de dólares anuales para 2030, y sin embargo sólo este año está previsto que se cumpla el mandato acordado en 2009 de destinar anualmente 100,000 millones de dólares a la contención del calentamiento global.
Así, tanto en las pasadas cumbres del clima de la ONU como en la COP28 que ocurrirá en diciembre de este año, el foco se posa especialmente sobre las finanzas climáticas; sobre cómo lograr desbloquear los fondos necesarios para, de un lado, mitigar el cambio climático y, del otro, adaptarse a sus consecuencias que ya son inevitables.
Para pagar la factura del clima y prevenir peores impactos “va a haber que movilizar mucho más capital privado”, recalca el vicepresidente del IFC, que en el congreso que estos días acoge el Bilbao Exhibition Centre (BEC) ha anunciado un nuevo préstamo verde de unos 138 millones de euros concedido a Iberdrola para impulsar la energía hidráulica en Brasil.
“Con los bonos verdes tratamos de asegurar que la financiación se dedique a activos que están alineados con la lucha contra el cambio climático como puede ser, por ejemplo, para financiar energías renovables”, detalla García Mora.
“Todo acaba teniendo un impacto de una manera u otra”, señala respecto a la huella ambiental de la energía hidráulica, pero “intentamos que la financiación se aleje de los combustibles fósiles o nuclear hacia fuentes de energía renovables”.
“Nadie se puede permitir un greenwashing” (lavado “verde” empresarial), resalta, pues “toda la financiación que concede el IFC tiene que cumplir con nuestros criterios de ESG, que son los más estrictos del mundo”, destaca.
A juicio de este experto, algunos sectores que serán clave en la descarbonización del modelo económico global serán -además del energético- el agropecuario, el de la construcción y el financiero, pues éste es “el pulmón de la economía”.
Así, el IFC aboga por conceder préstamos verdes a entidades financieras como el BBVA o el banco Santander, de manera que estas grandes cajas desplieguen los recursos entre las pequeñas y medianas empresas de los países emergentes a las que el IFC no llega.
REFORMA DEL SISTEMA FINANCIERO
En pleno “juicio” internacional a los bancos multilaterales de desarrollo, que los países instaron a reformarse en la cumbre de Sharm el Sheij (como quedó reflejado en el acuerdo final de la COP27), el Banco Mundial ha adoptado una hoja de ruta en la que integra a su misión la componente de sostenibilidad y resiliencia.
Además, en sus reuniones de primavera se planteó que el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) -una de las 5 instituciones del Banco Mundial- redujera su coeficiente mínimo de capital-préstamo del 20 al 19 %, algo que permitirá liberar más dinero para prestar pero eleva ligeramente el riesgo.
Ante la presión para que el BIRF rebaje aún más ese coeficiente, García Mora señala que salirse de ese margen de seguridad puede perjudicar precisamente a los países menos desarrollados y más afectados por la crisis climática ya que podría socavar la calificación crediticia del Banco Mundial.
“El Banco Mundial no puede perder su calificación triple A”, porque de hacerlo “se financiaría más caro en los mercados y en ese caso tendría también que prestar más caro, con lo cual no es bueno para los países más pobres”, precisa.