Lo ha comprobado un equipo de investigadores de la Universidad de California Davis, en el que ha participado el científico español Daniel Paredes (ahora en la Universidad de Extremadura), tras analizar más de 150,000 nidos correspondientes a sesenta especies de aves que vivían en granjas, bosques, praderas y zonas urbanizadas de Estados Unidos durante un periodo de 23 años (entre 1998 y 2020).
Los investigadores, que hoy publican los resultados de su trabajo en la revista Science, han comprobado que los efectos de las temperaturas extremas en la reproducción de las aves varían mucho en función del entorno en el que viven los animales, y que además de reducir las emisiones responsables del calentamiento será necesario fomentar los "refugios térmicos" y la plantación o el mantenimiento de "manchas" de vegetación natural para asegurar la sombra y frenar el declive de las aves.
El científico español de la Universidad de Extremadura Daniel Paredes, experto en análisis y gestión de datos, subrayó que los hallazgos del estudio son de gran importancia para España, ya que es uno de los países europeos con más superficie agrícola y con una "enorme" riqueza ornitológica.
Daniel Paredes, quien desempeño una labor investigadora en la Universidad de California Davis entre los años 2019 y 2021, destacó el esfuerzo que muchos países, entre ellos España, hacen por atraer un turismo sostenible y basado en este tipo de recursos naturales, y advirtió del impacto económico negativo que acarreará un deterioro de esos valores en regiones como la Península Ibérica, donde los impactos del cambio climático serán -recordó- "más impactantes".
Los investigadores han corroborado que el cambio climático es sólo uno de los factores que influyen en el declive de las aves en Estados Unidos, pero también que sus efectos interactúan con otros factores de estrés, como la pérdida de sus hábitat naturales.
Las aves que anidan cerca de tierras de cultivo tienen menos probabilidades de que al menos un pollo abandone el nido cuando suben las temperaturas, mientras que los bosques y las zonas urbanas proporcionan un "amortiguador protector" contra las temperaturas extremas y ofrecen zonas de sombra que aumentan el éxito de la nidificación y de la reproducción, han concluido.
Durante este proyecto se analizaron los datos de la iniciativa de ciencia ciudadana "NestWatch" que puso en marcha la Universidad de Cornell (Estados Unidos) para monitorizar miles de nidos de aves y registrar información sobre diferentes especies, la ubicación de esos nidos, el número de huevos en cada puesta o la actividad y supervivencia de los polluelos.
El volumen de nidos que se han analizado y el largo periodo que abarca el estudio -más de veinte años- ha permitido a este equipo de investigadores -señala la comunicación de la Universidad de California Davis- desentrañar cómo el cambio climático y la pérdida de habitat están afectando a muchas aves en Estados Unidos.
También que esos efectos se percibieron de una forma muy acusada entre las aves más comunes y generalistas, que a menudo son consideradas más resistentes a los cambios de uso del suelo y al cambio climático; y que las aves que construyen sus nidos a copa abierta y que carecen de cobertura son más vulnerables que las que los construyen en los árboles o las que aprovechan las "cajas nido".
Daniel Paredes subrayó la importancia de la restauración y conservación de "parches" de vegetación en las zonas agrícolas para proporcionar sombra y ayudar a las aves a superar las altas temperaturas, y aseveró que este tipo de infraestructuras ecológicas pueden además promover otros servicios "ecosistémicos", como el control de plagas o la polinización, y producir así sinergias entre la conservación de la biodiversidad y una producción sostenible de alimentos.