La diversidad de flora y las características propias de este ecosistema, donde se albergaron culturas milenarias como los popolocas, ha permitido la conservación de especies como el águila real o las guacamayas verdes.
“Contamos con la guacamaya verde, que está en peligro de extinción; esta especie a nivel nacional tiene una distribución restringida pero a pesar de eso, en la Reserva de Tehuacán-Cuicatlán se encuentra una colonia bien establecida. También tenemos presencia de felinos como jaguar, tigrillo, ocelote y puma. La presencia de estas especies habla del buen estado de conservación de esta parte del territorio”, refirió la doctora Gloria Tavera.
Gloria Tavera Alonso insistió en que esta reserva no solo destaca por su diversidad en flora y fauna sino también por su importancia cultural e histórica, ya que en este territorio se tienen vestigios de cómo las culturas locales utilizaron la primera tecnología en Mesoamérica a través de la construcción de presas para dar paso al desarrollo de la agricultura, de ahí la existencia de rastros del segundo maíz más antiguo en Mesoamérica.
Otro de los valores que tiene la reserva se relaciona con la diversidad de chiles y agaves que hay en la región, de los cuales se obtiene una serie de productos que actualmente son utilizados para bebidas como el mezcal, así como otros alimentos que fueron difundidos por la cultura popoloca y que han trascendido en el tiempo hasta nuestra era.
Especies milenarias
En el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, los ecosistemas presentes van desde los semiáridos hasta los templados húmedos, con una variedad de bosques de encinos y pinos, comprendiendo así los nueve tipos de vegetación, de acuerdo con la clasificación de Rzedowski.
De esta clasificación destaca el bosque del género y especie Carnegiea gigantea, cactáceas conocidas como columnares por su forma alargada y cilíndrica, además de una diversidad de arborescentes, representada por 28 géneros y 86 especies, de las cuales 21 son endémicas del área.
Las cactáceas columnares permiten además que poblaciones de murciélagos, aves e insectos tengan alimento a través del uso del néctar, polen y frutos que proveen. Su estilo de supervivencia es gracias a su forma, ya que en tiempos de lluvia reservan agua dentro de su estructura para sobrevivir en tiempo de calor o sequía.
La doctora Gloria Tavera destacó también que los géneros con mayor número de especies son los Mammillaria huitzilopochtli con 25, conocidos también como biznaga del dios sol y guerra, y los Opuntia con 15, todos ellos con protección especial.
Entre las más representativas de esta zona, añadió la especialista, también destaca la biznaga (Echinocactus) de la que se solía extraer acitrón. Esta especie es endémica de México y tiene distribución en toda la zona semidesértica del país y se encuentra a una altitud de mil metros a nivel del mar.
“También tenemos en las especies prioritarias todos los otolines del género Beaucarnea, que son milenarias y forman parte de estos paisajes fabulosos que existen en Tehuacán-Cuicatlán. Hay que recordar que se estima que de acuerdo con los especialistas, una cactácea crece aproximadamente un centímetro cada año. Aquí tenemos representantes de hasta 20 metros, lo que significa que tienen una vida de hasta 800 años, por lo que aumenta mucho más el valor de este territorio”, añadió Gloria Tavera.
Vigilancia participativa
Con 267 localidades con una población aproximada de 37 mil habitantes entre Puebla y Oaxaca, la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán requiere de la coordinación entre autoridades y población para lograr una participación efectiva que contribuya a la conservación de los recursos naturales de la zona.
Para cumplir con esta participación, se crearon Consejos Regionales de Recursos Naturales, tanto en Oaxaca como en Puebla, y estos a su vez aglutinan todos los ejidos y comunidades de las dos entidades que conforman esta reserva, con la finalidad de que contribuyan con su conservación.
“Se hacen reuniones trimestrales en donde se pasa toda la información a los comisariados, incluyendo las convocatorias de los programas de subsidios que se tengan establecidos para las áreas naturales protegidas. Entonces los ejidos y las comunidades hacen sus solicitudes y entre todos se decide quiénes y cuáles son las prioridades para financiar. Estos espacios son abiertos e incluyentes y se trata de ser lo más equitativo para poder garantizar la participación real en todas las labores de protección y conservación. Esto ha funcionado muy bien durante 10 años”, explicó la doctora.
De esta forma, se han establecido 48 comités de vigilancia participativa y, a través de programas de subsidio, la gente se compromete activamente para hacer los recorridos de vigilancia y el monitoreo biológico, no sin antes recibir capacitación y acompañamiento técnico por parte de la Conanp, lo que incluso ha permitido identificar especies como el jaguar o el águila real.