Aunque muchos vecinos y comerciantes del distrito turístico de Miami Beach, en el sur de Florida, dicen a EFE que respirarán más tranquilos durante este receso estudiantil de marzo, otros temen por el impacto en el comercio.
La cubana María Cristina Gómez vive a dos cuadras de Ocean Drive, en el corazón del barrio de South Beach y, según explica a EFE, en los últimos años esa zona se ha convertido en el lugar preferido de miles de estudiantes que "vienen buscando fiesta, alcohol y drogas", una situación que ha acabado "incluso con tiroteos".
"Esto se había convertido en una especie de ciudad sin ley, parecía que todo estaba permitido y que nadie iba a hacer nada", se lamenta Gómez, quien asegura que, como ella, muchos de los residentes temían que este año "la situación fuera a peor".
"Siempre empieza bien, pero cuando cae la tarde la situación empeora y acaban con todo", asevera, tras recordar que el año pasado fue necesario implementar el estado de emergencia tras registrarse dos muertes por armas de fuego y cientos de arrestos.
La mujer, que lleva más de dos décadas viviendo en esta área y que no salía a ciertas horas por miedo, celebra que "por fin se hayan puesto duros" para evitar la llegada masiva de jóvenes.
El turismo de delincuencia
El alcalde de Miami Beach, Steven Meiner, anunció este mes medidas para desalentar a los jóvenes problemáticos durante toda la temporada, que serán más drásticas del 8 al 10 y del 15 al 17 de marzo, considerados los dos fines de semana más concurridos.
Los estacionamientos subirán a 100 dólares y de plano serán cerrados los días más concurridos, los accesos a las zonas más congestionadas serán restringidos, el control policial en las playas (que cerrará cada día a las 6 de la tarde) aumentará y las bolsas de los bañistas serán revisadas. Las licorerías deberán cerrar al público a partir de las 8 de la noche y los bares y restaurantes no podrán hacer uso de sus terrazas al aire libre.
Medidas estrictas que, en pos de la calma vecinal, perjudican a los comerciantes locales, como señala María, una argentina que vende empanadas en un puesto callejero.
"Me parece injusto para los negocios de esta zona, porque inevitablemente van a perder dinero y van a tener que prescindir de gran parte de su personal durante estas semanas, que es cuando se factura más", comenta la mujer, que también es residente del distrito turístico.
Pero las autoridades locales defienden que "es importante garantizar que Miami Beach sea un lugar seguro".
"Lo peor para la economía es el daño a la imagen cuando hay muertes y tiroteos, y eso supone un impacto permanente", declaró el concejal de la ciudad Alex Fernández.
Walter Castillo, un nicaragüense de 22 años que trabaja como camarero, está dispuesto "a perder horas de trabajo por el bien de los negocios y de la población en general".
"Creo que las autoridades están haciendo lo correcto a pesar de que baje el ritmo de trabajo", comentó Castillo, quien en 2021 vivió uno de los tiroteos que se produjeron en esta zona.
La afectación a pequeños comercios
Muchos de los comerciantes y hoteleros están a la expectativa sobre el éxito de estas medidas.
"Estoy de acuerdo con que haya más vigilancia policial, porque esto era un descontrol, pero realmente creo que los que acabamos afectados somos nosotros, que no tenemos ninguna culpa y tenemos que trabajar para vivir", dice el administrador de un hotel que prefiere no decir su nombre.
"Aunque las cosas pueden volverse un poco desafiantes, hay que pensar en que es por su bien", subraya Troy Wright, director ejecutivo del distrito de mejora de la Avenida Washington, que aglutina a varios comercios apostados en esta importante arteria.
"Hay que tener confianza de que las cosas que están cambiando se hacen por el bien de todos y porque haya un impacto positivo para todos en la playa", recalca.
La colombiana Ana Marcela Romano, de 28 años y quien lleva tres años viviendo en Miami Beach, considera que este tipo de turismo "lo único que fomenta es la delincuencia y la inseguridad".