Bioeconomía
El aumento de las masas forestales en muchas regiones del globo, entre las que destaca “la franja sur de Europa -desde España a Turquía-, obedece a que esta región es mucho más montañosa, motivo que lleva al abandono de la agricultura tradicional por motivos orográficos”, ha explicado el decano del Colegio de Ingenieros Montes, Eduardo Rojas.
En este contexto de abandono rural, “la bioeconomía, o la capacidad de los bosques para producir, tiene mucho potencial”, ha asegurado Rojas, un aspecto que “se suele olvidar porque la energía acapara toda la atención de la lucha contra el cambio climático”.
El objetivo de la bioeconomía es “llegar a sustituir en todos los ámbitos las materias primas no renovables por renovables”, unos recursos que, ademas, deben caracterizarse por ofrecer una huella de CO2 mínima”: por ejemplo, “el aluminio genera 100 veces mas emisiones en su manufactura que la madera.”
Este tipo de aprovechamientos ofrecen “interesantes aplicaciones en España”, un país con “cierta obsesión con el cemento y el asfalto”, materiales que llevan implícita “una gran huella de carbono al precisar mucha energía en su elaboración."La bioeconomia apuesta por la madera en primer lugar, porque es el recurso renovable más abundante del mundo", pero Rojas ha asegurado que también se puede aplicar "a los residuos orgánicos procedentes de la agricultura y la jardinería urbanas", transformando estos subproductos en "un recurso energético sostenible".
Otro de los productos forestales es la fibra textil, una materia prima sostenible que “podría invertir las ratios que sitúan el uso de los textiles sintéticos en un 70 %”, con la contribución que supone en “gasto de agua y producción de plásticos”.
Servicios ecosistémicos
Testigos también del cambio climático, los bosques ofrecen unas prestaciones que “están directamente relacionadas con el clima a escala terrestre”, ha asegurado Rojas.
El papel de los bosques “como sumideros de carbono en una situación de cambio climático” y su capacidad de “preservar la biodiversidad”, dependen directamente de “nuestra capacidad para conjugar usos y aprovechamientos forestales que ofrezcan variedad de paisajes”, algo directamente relacionado con el “abandono rural”, ha explicado.
El decano del Colegio de Ingenieros Montes, ha señalado que “la protección del suelo y la regulación del ciclo hídrico” dependen en gran medida de la cubierta vegetal”, que además contribuye a la “prevención de aludes y desprendimientos en zonas de montaña”, originados por los cada vez más frecuentes “fenómenos hidrogeológicos críticos en zonas de pendiente importante”.
Función social y cultural
Además de los servicios ecosistémicos, los bosques desempeñan una importante labor social en lo referido a la salud física y psíquica para las personas que viven o trabajan cerca de espacios forestales.
El colectivo ecologista Reforest-Acción está inmerso desde el pasado 1 de octubre en la titánica tarea de sembrar “25,000.000 de bellotas en toda la península Ibérica”, acción que pretenden concluir en el 1 de marzo de 2020, ha explicado a Efe el activista ambiental al frente de 'La gran bellotada ibérica”, Rodrigo Ibarrondo.
Este burgalés afincado en la sierra de Gata, comenzó a trabajar allí “a raíz de un incendio en el que se quemaron 9,000 hectáreas y hubo tres mil desplazados”, desastre tras el que se propuso “reforestar esto con bosque autóctono, para sustituir los inflamables monocultivos de pino por robles, alcornoques, encinas, madroños, entre otras especies.
“Solo 15 días después de lanzar la iniciativa, ya había 1,200 células”, en las que participan “ ayuntamientos, colegios e institutos, clubes de senderistas, e incluso hasta una asociación de perros guías” ha asegurado Ibarrondo.
Este activista describe el proyecto como “Una representación de personas de distinta extracción social que quieren colaborar en un proyecto que entronca con la flora más mediterránea que a uno se le puede ocurrir”.
'La gran Bellotada Ibérica' pretende “crear experiencias que transformen a las personas más allá de las palabras y la documentación” para lograr un aprendizaje vivencial y que la visión de la sociedad cambie”.
Por ahora, los esfuerzos combinados de Reforest-Acción y la Red Ibérica de Guardianes del Bosque -colectivo ecologista que coordina la iniciativa de forma paralela- han logrado sembrar casi 900,000 bellotas desde el 1 de octubre.
“Estoy seguro de que cuando los voluntarios vuelvan la próxima primavera para ver si han brotado, y comprueben lo que les cuesta sobrevivir, empezarán a valorar un árbol de otra manera. Para mí eso es la base”, señala. Manuel Moncada.