"Ésta es una gran coalición para grandes tareas", afirmó la líder cristianodemócrata (CDU) el 16 de diciembre de 2013 al firmar su alianza con los socialdemócratas (SPD). Un día más tarde se convertía en la canciller alemana más poderosa de la historia al ser elegida por el 74.4 por ciento de un Parlamento con oposición testimonial.
La primera "gran tarea" de Merkel, sin embargo, fue ordenar el accidentado inicio de su tercer mandato consecutivo desde que llegó al poder en 2005: grietas internas, renuncias, el escándalo de pornografía infantil de un diputado del SPD y hasta la fisura de cadera que la canciller de 60 años sufrió esquiando en enero.
"El año nuevo comienza mal para la 'gran coalición'. Los temas de discusión se acumulan", titulaba en enero la revista "Stern". El nuevo gobierno decepcionaba a un 48 por ciento de la población. "Es normal que haya alguna agitación al principio", respondía el jefe del SPD y vicecanciller, Sigmar Gabriel. "Aún debemos conocernos".
Y los debates, en efecto, pronto dejaron paso a la acción.
En los meses siguientes, Berlín aprobó un nuevo salario mínimo -caballo de batalla del SPD en las elecciones-, rebajó en algunos casos la edad de jubilación, mejoró las ayudas para padres, fijó una cuota mínima para mujeres en cargos directivos y amplió la doble nacionalidad para hijos de inmigrantes, entre otros proyectos.
La creciente presión internacional llevó incluso al gobierno a lanzar un plan de inversiones por 10,000 millones de euros (12,400 millones de dólares) hasta 2018 enfocados en infraestructura, digitalización y medio ambiente, aunque el férreo ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble aseguró que el plan se aplicará "sin crear nueva deuda".
Pragmática y sin grandes "visiones" fijas, Merkel no tuvo así problema en adaptarse al ritmo de su nuevo socio. Si en su segundo gobierno (2009-2013) acompañada por los liberales del FDP predominó la economía, los temas sociales marcaron el inicio del que preside ahora en coalición con los socialdemócratas.
Pero también hubo factores externos que propiciaron el giro. El cambio de gobierno coincidió con la relajación de la crisis del euro y el ascenso de otros desafíos internacionales, desde la crisis con Rusia en Ucrania hasta los conflictos en Irak y Siria.
Fue el segundo gran cambio que trajo el nuevo gobierno: el contexto global reclamó más compromiso político internacional de Alemania. Y la primera potencia europea dio los primeros pasos para dejar atrás sus complejos y asumir más responsabilidades.
"Alemania no debe seguir escondiéndose tras su culpa histórica", avisó ya en febrero el presidente Joachim Gauck en la Conferencia de Seguridad de Múnich. Todo un plan de acción reflejado en lo que ocurrió el resto del año.
Merkel asumió un papel central en la mediación entre occidente y Rusia por la crisis de Ucrania. Por razones geopolíticas, pero también personales: formada en la Alemania comunista y orgullosa de su manejo del ruso, mantuvo una relación con el presidente Vladimir Putin tan áspera como directa.
"Rusia viola la integridad territorial y la soberanía de Ucrania", avisó Merkel después de la cumbre del G20 en Australia. "Tras el horror de la Segunda Guerra Mundial y el final de la Guerra Fría, esto pone en cuestión todo el orden de paz europeo".
El nuevo gobierno en Berlín envió también armas de combate a los kurdos que intentan frenar el avance de la milicia Estado Islámico (EI) en Irak, rompiendo así otro tabú histórico de dar armamento a una parte en conflicto que ni siquiera es un Estado.
El próximo año traerá nuevos y viejos desafíos a Berlín.
Alemania asume la presidencia del G7 el 1 de enero con la crisis en Ucrania lejos de relajarse. La coyuntura sigue frágil. Dos elecciones regionales medirán la popularidad del partido euroescéptico Alternativa para Alemania. Y temas como el escándalo del espionaje estadounidense o el tratado de libre comercio entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos siguen abiertos.
Reelegida como jefa de la CDU con un 96 por ciento de apoyo y al frente de un gobierno casi sin oposición, sin embargo, Merkel afronta su décimo año consecutivo en el gobierno con poder de sobra para seguir modelando el destino de Alemania y en gran parte el de Europa.(DPA)