Hassan, de 61 años, fue investida en una ceremonia en la State House (residencia presidencial) en Dar es Salam, capital económica de Tanzania, donde juró el cargo ante el presidente del Poder Judicial, el juez Ibrahim Hamis Juma.
"Prometo honrar y ser fiel a la República Unida de Tanzania, protegeré y defenderé la Constitución", afirmó la flamante mandataria, oriunda de la isla de Zanzíbar, ataviada con un vestido negro y tocada con un hiyab (velo musulmán) rojo.
Tras prestar juramento en un evento al que asistieron los expresidentes tanzanos Jakaya Kikwete y Ali Hassan Mwinyi, entre otros dignatarios, pasó revista a una guardia militar de honor y fue homenajeada con el disparo de 21 salvas de cañón.
"No debemos mirar al pasado, sino unirnos para construir un próspera Tanzania", dijo la presidenta después en su discurso de investidura, en un acto que representa la primera vez que el poder cambia de manos en Tanzania sin que medien unas elecciones.
"Este -subrayó- es uno de mis momentos difíciles cuando tomo juramento del cargo, porque ésta es la única vez que lo hago por el puesto más alto, cuando perdimos a nuestro querido presidente Magufuli".
La Constitución tanzana estipula que, en caso de que fallezca el presidente, el vicepresidente debe sucederle en el cargo y terminar lo que reste de su mandato de cinco años, por lo que Hassan debería llevar las riendas del país hasta 2025, ya que Magufuli había sido reelegido en las elecciones del pasado 28 de octubre.
Así, la nueva mandataria es ya la segunda mujer que ocupa una jefatura de Estado en África, después de su colega etíope, Sahle-Work Zewde.
Pero a diferencia de Sahle-Work, cuyo puesto es más bien simbólico y ceremonial, Hassan realmente acapara el poder ejecutivo en Tanzania.
En línea con la tradición política del país, se espera que la jefa de Estado, musulmana, elija como vicepresidente a un cristiano, decisión que, por mandato constitucional, debe consultar con el oficialista Partido de la Revolución (CCM, por sus siglas en suajili), que este sábado tiene previsto celebrar una reunión.
La mandataria, sexta persona que alcanza la Presidencia tanzana y con más de veinte años en política, llegó a la Vicepresidencia con Magufulu en las elecciones de 2015, que ganaron como candidatos del CCM, partido gobernante desde la independencia del país en 1961.
Ambos habían sido reelegidos para un segundo mandato en 2020, si bien ese tándem se truncó este miércoles, cuando Hassan anunció la muerte de Magufuli a los 61 años en Dar es Salam por un padecimiento cardíaco y decretó dos semanas de duelo nacional.
"LÍDER MÁS VIOLENTO Y TIRÁNICO"
De hecho, la presidenta, poco conocida fuera de Tanzania, informó hoy de que el difunto recibirá sepultura este 25 de marzo en su pueblo natal de Chato (noroeste) tras un funeral de Estado.
Antes de ese día, el cuerpo de Magufuli se expondrá en público en Dar es Salam y Dodoma, capital administrativa del país, para que los tanzanos puedan darle su último adiós.
Desde su última aparición pública el 27 de febrero, se habían multiplicado los rumores sobre la salud del jefe de Estado, un negacionista de la covid-19, quien podría haber buscado asistencia médica en el extranjero tras infectarse del coronavirus, según la oposición, aunque ese extremo no ha sido confirmado oficialmente.
De hecho, el principal líder de la oposición de Tanzania, Tundu Lissu, aseguró este jueves que Magufuli murió como consecuencia del coronavirus y acusó al Gobierno de mentir.
Lissu, que sobrevivió a un supuesto intento de asesinato en septiembre de 2017 y está exiliado en Bélgica, calificó a Magufuli como el "líder más violento y tiránico en la historia de Tanzania".
El jefe opositor, que perdió las elecciones de octubre pasado ante Magufuli, señaló que su país debe "abrir un nuevo capítulo".
Asimismo, la organización Human Rights Watch (HRW) afirmó hoy que la muerte del mandatario "brinda una oportunidad para que los nuevos líderes en Tanzania tomen medidas concretas para revertir la trayectoria descendente de derechos humanos del país".
Según HRW, Magufuli "deja un legado de represión y graves abusos contra los derechos humanos".
Desde su llegada al poder en 2015, decenas de personas han sido encarceladas por sedición o blasfemia. El propio Lissu fue arrestado al menos en seis ocasiones.
No sólo la oposición fue víctima de su mano de hierro, sino que Magufuli -ferviente católico- emprendió una cruzada contra la comunidad LGTBI (lesbianas, gais, trans, bisexuales, intersexuales).
Y prohibió a las niñas y adolescentes embarazadas acudir al colegio, arremetió contra el uso de anticonceptivos, mermó la libertad de prensa y, en última instancia, negó la existencia de la covid-19 en el país.