“No fue magia” es el eslogan que la mandataria repite en cada uno de sus discursos al enumerar los logros de su gobierno y el de su fallecido esposo y antecesor, Néstor Kirchner, para promover el voto en favor de la continuidad de sus políticas.
La presidenta entregará la banda presidencial el próximo 10 de diciembre al candidato que gane las elecciones de octubre, lo que pondrá fin a 12 años de gobiernos kirchneristas que fueron encabezados por la poderosa pareja política.
Fernández de Kirchner no pudo volverse a postular ya que la Constitución permite sólo una reelección consecutiva, y ella ya ganó en 2007 y en 2011, por lo que, sí quisiera volver a la Casa Rosada, tendría que esperar hasta los comicios de 2019.
Su liderazgo político, sin embargo, es confirmado en sus apariciones públicas y por los candidatos a diputados, senadores, gobernadores, además de Scioli, el gobernador de la provincia de Buenos Aires que, contra todos los pronósticos, logró el respaldo de la presidenta.
A principios de año, el gobernante Frente para la Victoria, partido creado por los Kirchner, tenía una decena de precandidatos presidenciales, pero para junio la pelea se había reducido a Scioli y al ministro del Interior, Florencio Randazzo.
Un sector del oficialismo desconfiaba de Scioli por considerar que no representaba al kirchnerismo “puro”, ya que comenzó su carrera al amparo del expresidente Carlos Menem y durante estos años estuvo más identificado con la derecha que con el progresismo declarado del gobierno.
En junio pasado, en una jugada política que nadie esperaba, Fernández de Kirchner alejó a Randazzo de la contienda interna, apoyó a Scioli y negoció para que su compañero a la vicepresidencia fuera el dirigente kirchnerista Carlos Zannini.
Desde entonces, el kirchnerismo oscila entre la resignación de apoyar a un candidato en el que no confía por completo, y los malabares que tiene que realizar para explicar el sentido de su voto “por un proyecto”, más allá de Scioli.
La presidenta, en tanto, aprovecha la permisividad de las leyes argentinas y promueve el voto en favor de los candidatos del oficialismo en los actos oficiales, lo que implica la utilización de recursos públicos para campañas políticas, lo que supuestamente está prohibido.
“Necesitamos seguir en este camino”, afirma Fernández de Kirchner en discursos públicos y en las frecuentes cadenas nacionales en las que se muestra con Scioli, y en donde insiste en la necesidad de continuar políticas que lograron la reducción de la pobreza, el desempleo y la deuda externa.