Todos los productos han sido elaborados en buena parte por trabajadores de origen inmigrante. Completa el paquete una carta con un mensaje directo: "Hagan su trabajo".
"Los trabajadores que producen la comida para todo el país demandan una reforma migratoria. El liderazgo republicano tiene la responsabilidad de actuar por las razones que los elegimos, de convenir estas leyes necesarias para los trabajadores", afirma la vicepresidenta del sindicato alimentario UFCW, Esther López.
En una semana Estados Unidos celebrará su fiesta más familiar, Acción de Gracias. Pero los congresistas apuran ya las horas para partir de receso vacacional y compartir con sus familias el tradicional pavo que se come en casi todos los hogares norteamericanos en esta fecha.
Por ello, sindicatos, activistas y trabajadores inmigrantes acudieron hoy a las oficinas de los líderes republicanos en el Congreso para hacerles entrega de una cesta festiva con la que quieren recordarles que, por no haber hecho su trabajo en materia migratoria, millones de inmigrantes no podrán disfrutar con tranquilidad esta fiesta familiar.
Es el caso de María Ramírez y Adelaida Mendoza, dos inmigrantes que desde hace décadas trabajan en el estado de Washington en los viñedos que producen ese Merlot que tanto gusta a Boehner.
Ellas tienen ya papeles, pero la mayoría de sus familiares directos, explican, son todavía indocumentados. Y es por ellos por lo que hoy han llegado al Capitolio a demandar que los republicanos que dominan la cámara baja del Congreso permitan avanzar una reforma migratoria que ya fue aprobada en el Senado de mayoría demócrata.
"No les estamos pidiendo la luna, les estamos pidiendo que hagan su trabajo", subraya Esther López.
La presión aumenta con cada hora que pasa. Al Congreso sólo le quedan ocho días laborables este año, y muchos analistas coinciden en que, de no lograr un paso decisivo en materia legislativa antes de que acabe 2013, la reforma migratoria volverá a fracasar, del mismo modo que lo hizo en cada uno de los intentos de las pasadas décadas.
Por ello, los grupos de cabildeo han intensificado sus acciones de presión.
Hace días que varios activistas mantienen un ayuno ante el Congreso por la reforma migratoria. Con el mismo objetivo, cada día llegan al Capitolio decenas de inmigrantes, representantes de la ley, de sindicatos, de empresas y de los más diversos sectores sociales para manifestarse, celebrar reuniones o vigilias ante las oficinas de los líderes republicanos. O a entregar un pavo y una botella de vino.
María y Adelaida golpean la puerta del despacho de Boehner. Una dos, tres veces, cada vez más fuerte. El pasillo está abarrotado, porque este jueves también hay un grupo de 40 activistas llegados desde Nueva York para rezar por la reforma migratoria ante los despachos republicanos.
Minutos antes de esta acción, Boehner había asegurado a la prensa que la reforma migratoria no está, de modo alguno, muerta. Pero una vez más, eludió fijar plazos o estrategias para hacer avanzar algún tipo de proyecto legislativo migratorio.
La puerta de su despacho también permanece cerrada. Al contrario que en otras ocasiones, no hay nadie, ni siquiera un asistente u otro miembro menor del personal de Boehner, que reciba a los activistas. El pavo se queda abandonado ante su puerta, como, parece, lo está la reforma migratoria. (DPA)