Miles de personas se congregaron en el parque de enfrente de la mezquita de Al Noor, donde hubo la mayoría de los cincuenta muertos y cincuenta heridos en el asalto supremacista de hace dos semanas.
"El racismo existe pero aquí no es bienvenido", dijo Ardern en un discurso retransmitido en todo el país por televisión.
"Nuestro reto ahora es que el dar lo mejor de nosotros sea una realidad diaria porque no somos inmunes al virus del odio, del miedo al otro. Nunca lo hemos sido. Pero podemos ser la nación que encuentre el remedio", añadió.
La dirigente aseguró que la lucha contra el extremismo no puede ser solo responsabilidad del gobierno sino que está en manos de todos los ciudadanos "en nuestras palabras, nuestras acciones, en nuestros actos diarios de ternura".
"El mundo está atrapado en un ciclo vicioso de extremismo que alimenta a otro extremismo y esto debe acabar", insistió la primera ministra.
Antes de Ardern, intervino uno de los supervivientes de la masacre, Farid Ahmed, que aseguró que ha perdonado al asaltante.
"Quiero un corazón lleno de amor, cariño, misericordia (...) Por eso he elegido la paz, he elegido el amor y he perdonado", dijo Farid.
La lectura de los nombres de los cincuenta fallecidos fue el momento álgido del acto de homenaje a las víctimas que incluyó actuaciones musicales, ceremonias maoríes y la invocación musulmana.
El australiano Brenton Tarrant, un supremacista blanco de 28 años, es el único acusado por el atentado del pasado 15 de marzo, en el que disparó a quemarropa a los feligreses mientras rezaban con armas automáticas.