"Muchas mujeres están traumatizadas porque han visto como asesinaban a sus maridos y a sus hijos o como los secuestraban. Ellas mismas quizás han sido raptadas o sus hijas utilizadas como kamikazes", relata vía telefónica Wandou, que nació, vive y trabaja en la región del Extremo Norte de Camerún, donde se han intensificado los ataques del grupo yihadista.
De hecho, según una investigación de la organización Human Rights Watch (HRW), al menos 80 civiles murieron en esta región entre diciembre de 2020 y abril de 2021, una cifra probablemente mucho mayor, debido a la dificultad para recabar datos.
Según Wandou (Kaélé, 1963), en términos de muertes, la crisis de Boko Haram ha afectado más a los hombres, porque ellos son los más reclutados por el grupo, mientras, en el caso de las mujeres, se trata de un impacto más "psicológico" y social.
"Trabajamos para que puedan sanar estos traumas y llegar a la autonomía, a la resiliencia", subraya, con una firmeza y pasión que se notan incluso a través del teléfono.
A la vez, para la mayoría de ataques suicidas perpetrados por Boko Haram, puntualiza la abogada, los terroristas emplean a mujeres y, en muchas ocasiones a niñas.
Además, la violencia del grupo ha tenido otras consecuencias indirectas sobre los derechos y las oportunidades de las camerunesas en el ámbito de la educación o el trabajo.
"En esta región había mucho comercio transfronterizo. Las mujeres cruzaban cada día a Nigeria (colindante con Camerún al norte y al oeste) para comprar mercaderías, pero con la crisis este mercado se cerró durante años y ahora, aunque reabrió hace un año, ellas no pueden ir por la inseguridad", detalla Wandou.
Asimismo, muchos colegios han cerrado en la zona fronteriza, algo que, aunque luego abran sus puertas de nuevo, facilita la "interrupción" en la escolarización de las niñas, cuando las familias acaban optando por casarlas o dejarlas en casa como consecuencia de la pobreza.
El norte de Camerún se encuentra en la zona del Lago Chad -que también comprende territorios de Níger y Chad- donde actúa este grupo yihadista que lucha, desde 2009, por imponer un Estado islámico en Nigeria, país de predominio musulmán en el norte y de mayoría cristiana en el sur.
Según Wandou, ALDEPA (Acción local para un desarrollo participativo y autogenerado), la organización que fundó en 1998, ha ayudado a al menos 500 mujeres retornadas de Boko Haram o afectadas por su violencia.
LA LUCHA CONTRA LOS ABUSOS Y EL MATRIMONIO INFANTIL
Cuando era pequeña, "no había ni una sola niña en esta región que no hubiera experimentado, al menos una vez, violencia de género; algunas habían sido violadas, acosadas o golpeadas", recuerda Marthe Wandou.
"Es la historia de mi vida, yo también formo parte de ellas", añade.
Afortunadamente, señala, la percepción social de la violencia ha cambiado durante los últimos años y ahora tanto las familias como las propias supervivientes denuncian más la violencia que sufren.
"Antes, incluso yo misma, cuando eras víctima de violencia, no lo explicabas, ni siquiera en casa. Muchas de mis compañeras abandonaron el colegio a causa del abuso", relata Wandou.
Ahora, con la sensibilización que han recibido, las niñas quieren denunciar y han formado incluso grupos de apoyo para acompañarse unas a otras, al tiempo que las familias y los líderes tradicionales de las comunidades también están más comprometidos.
A través de ADELPA, esta activista camerunesa ha contribuido al bienestar de más de 50,000 niñas mediante un enfoque holístico basado en educación, cuidado psicosocial y asistencia legal, según la fundación Right Livelihood.
Para Wandou, ahora es necesario seguir trabajando en la reducción del matrimonio infantil en el país donde, hasta 2016, la edad mínima para contraer matrimonio era 15 años para las niñas y 18 para los niños.
En julio de 2016 se aprobó un nuevo Código Penal que prohibía el matrimonio antes de los 18 años para ambos géneros, pero las uniones forzadas siguen ocurriendo.
"Camerún no duda en firmar convenios internacionales -de la ONU, de la Unión Africana...-, tenemos un enorme abanico de textos. El problema está en la implementación", señala la activista.
La activista espera que este Nobel alternativo -por el que cada galardonado recibirá 1 millón de coronas suecas (100,000 euros, 115,000 dólares) en una ceremonia el 1 de diciembre en Estocolmo- ponga en el mapa del mundo "a esta región, la más pobre y la menos escolarizada del país".