Para el presidente del país, Jacob Zuma, el acto se convirtió en una pesadilla, al ser abucheado por miles de espectadores ante los ojos de mandatarios de todo el mundo y las cámaras de televisión. Además, al final del acto, en el estadio FNB de Johannesburgo, ni siquiera la tribuna de las autoridades estaba llena.
"Lo que debería haberse convertido en el gran momento de Zuma, en presencia de líderes como Barack Obama, se trasformó en un humillante y vergonzoso espectáculo", comenta el diario "Cape Times".
Ya durante la ceremonia se mostraron visiblemente molestos con lo ocurrido tanto el vicepresidente del gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), Cyril Ramaphonasa, como el arzobispo emérito Desmond Tutu.
Ramaphosa pidió, casi suplicó, "disciplina" a los asistentes, ya que el presidente indio, Pranab Mukherjee, tuvo incluso que interrumpir su discurso debido al ruido. Mandela fue un hombre disciplinado y los espectadores deberían seguir ese ejemplo, recordó el político del CNA.
Mientras, a Tutu se le pintaba el enfado en la cara. El clérigo de 82 años protestó por el comportamiento de los jóvenes espectadores, que protagonizaron su propia ceremonia con pitidos, cánticos e instrumentos musicales. "Prometimos a dios seguir el ejemplo de Mandela", gritó Tutu a los alborotadores, casi haciendo gallos con la voz.
"No sólo han despreciado a Zuma, también a Madiba", aseguró el portavoz del CNA, Jackson Mthembu, refiriéndose a Mandela por su nombre de clan. Debió de ser "muy doloroso" sobre todo para la familia del Premio Nobel de la Paz, agregó Mthembu, que consideró reprochable "politizar y secuestrar" de esa manera un funeral.
También los medios críticos con el gobierno denunciaron lo ocurrido en el estadio. "Zuma merece la humillación, pero no fue el momento correcto", criticó el "Times. Para el diario online Daily Maverick, lo ocurrido desacreditó a todos los sudafricanos. No se trataba de protestas de los pobres contra un presidente supuestamente corrupto o incapaz, señalaba el autor de este último artículo. Los manifestantes procedían de la "típica clase media negra", que puede permitirse tomarse un día libre para ir al estadio.
Y es que el trasfondo de las protestas no fueron tanto las muchas acusaciones de corrupción contra Zuma. La mayor parte de quienes abuchearon al presidente eran seguidores del populista de izquierdas Julius Malema, a los que se podía reconocer por sus gorras rojas y camisetas, así como muchos miembros del CNA de la provincia de Gauteng. Los miembros del partido de esa provincia cercana a Johannesburgo son muy críticos con Zuma, entre otras cosas por la introducción de un nuevo peaje de autopista.
Un día después del funeral se ha sabido que hubo más altercados durante la ceremonia. Según medios sudafricanos, tras la tribuna presidencial se produjeron tumultos e incluso casi peleas. El motivo: las fuerzas de seguridad no querían permitir el paso de los guardaespaldas de la reina Rania de Jordania y de otras personalidades.
Además, al parecer el gobierno contrató a un intérprete de signos que no dominaba la lengua internacional y que utilizó todo el tiempo los mismo cuatro o cinco gestos, lo que la asociación de sordos de Sudáfrica calificó de "burla del lenguaje".
Por último, durante la ceremonia se anunció la presencia del presidente y el primer ministro de Israel, Shimon Peres y Benjamin Netanyahu, que no asistieron al acto, como ya habían anunciado. El Ministerio de Exteriores de Sudáfrica no tenía hoy aclaración al respecto.
Los diplomáticos de Occidente apenas podía explicarse cómo el gobierno sudafricano no preparó mejor un acto al que estaba invitado el mundo entero. Al fin y al cabo, la muerte de Mandela, de 95 años, era algo previsible desde hace tiempo. En otros países se habrían repartido hace tiempo invitaciones y trasladado en autobuses al estadio a simpatizantes del partido, afirmaba un diplomático en Pretoria. El martes sólo pudieron llegar a Johannesburgo quienes lograron ponerse a tiempo en camino.
Cuando Zuma habló, al final del funeral, en el estadio -con capacidad para 95.000 espectadores- apenas había un tercio del aforo. El recinto ni siquiera estuvo lleno al inicio del acto y se vació notablemente tras el aplaudido discurso de Obama. Al parecer el gobierno ni siquiera había pensado cómo mantener un escenario digno para el funeral del que, según Zuma, es "el mayor hijo de la nación".