Durante su primera legislatura como primer ministro, entre 1996 y 1999, Netanyahu ya encabezó una coalición parecida de derechas y ultraortodoxa. El primer ministro intentó entonces limitar los acuerdos de paz alcanzados solo tres años antes en Oslo.
Sometido a una gran presión internacional, en 1997 firmó el Protocolo de Hebrón y en 1998 el Memorándum de Wye River, que preveía retiradas de Israel de partes de Cisjordania en las que los palestinos ganarían autonomía.
Mientras la comunicad internacional tiraba en una dirección, Netanyahu intentaba salir al paso implementando sólo el mínimo del acuerdo firmado por su predecesor, mientras perdía apoyo por la derecha por hablar con Yasir Arafat.
Desde entonces todos los gobiernos de derechas, incluidos el segundo y tercero encabezados por Netanyahu, tuvieron por lo menos un socio moderado.
Con este cuarto gobierno Netanyahu vuelve ahora junto a sus "socios naturales" del sector de derechas y religioso, sin que en su coalición haya algún miembro que equilibre la balanza, como antes hacía la ex ministra de Justicia Tzipi Livni.
¿Qué significa esto para las relaciones exteriores de Israel? Los críticos temen un profundo aislamiento internacional y los más pesimistas advierten que Israel podría convertirse incluso en un Estado paria.
El proceso de paz con los palestinos ni siquiera aparece en los acuerdos firmados la semana pasada por el partido de Netanyahu, Likud, con la agrupación de centroderecha Kulanu, de Moshe Kahlon, y los ultraortodoxos Judaísmo Unido de la Torá y Shas.
Kahlon, antiguo miembro del Likud, está preocupado casi en exclusiva por asuntos socioeconómicos, mientras que las formaciones ultraortodoxas se centran sobre todo en cuestiones de política interna.
Estos grupos lograron numerosas concesiones por parte de Netanyahu, entre ellas la retirada de reformas seculares introducidas por el gobierno anterior. Por ejemplo, se suprimirán las sanciones contra los ultraortodoxos estudiosos de la Torá que se niegan a hacer el servicio militar.
Otro de los partidos con los que pactó Netanyahu es de los colonos, Casa Judía. Su líder, Naftali Bennett, será el ministro de Educación y se opone a cualquier tipo de retirada de Cisjordania y Jerusalén. Además, exigió una cláusula con el compromiso de permitir una amplia construcción en los asentamientos.
El día antes de las elecciones, en un intento de acaparar votos de Casa Judía, Netanyahu prometió que no habrá un Estado palestino bajo su gobierno. En posteriores entrevistas con medios extranjeros, intentó minimizar los daños y se desdijo, aunque sus palabras erosionaron la confianza de la comunidad internacional.
En Israel hay dudas de que esta coalición vaya a funcionar durante mucho tiempo.
Netanyahu adelantó estas elecciones tras quejarse de que sus socios de gobierno le chantajeaban y no le permitían gobernar. La coalición que logró cerrar ahora, tras seis semanas de negociaciones, cuenta con 61 de los 120 diputados del Parlamento, lo que supone una mayoría de un sólo un escaño.
Según el politólogo Avraham Diskin, una coalición de mayoría ajustada puede a veces ser más estable que una de mayoría más amplia. "Las distancias políticas son menores en un gobierno más pequeño, así que hay menos asuntos sobre los que discutir", dijo a dpa el profesor de la Universidad Hebrea.
Pero otros analistas no están de acuerdo con esa opinión. "Netanyahu, bienvenido a su cuarto gobierno, en el que no sólo todos los partidos le chantajearán, sino también todos los diputados", apuntó el comentarista Yoav Krakovsky, de Israel Radio.
Cada uno de los diputados de la coalición "puede convertirse de repente en un dolor de muelas cuando Netanyahu quiera aprobar el presupuesto o votar alguna ley fundamental o algún tipo de reforma importante", añadió.
"Netanyahu comenzó las negociaciones de coalición como el principal ganador y las terminó como un pequeño perdedor", apuntó por su parte Ben Caspit, otro reputado comentarista israelí. La capacidad del gobierno "para sobrevivir a crisis y sacar adelante reformas es prácticamente nula", agregó el comentarista del diario "Maariv".
"Todo lo que Netanyahu puede hacer es esperar que (el líder del Partido Laborista Itzhak) Herzog se una a su gobierno en unas semanas a meses. Para conseguirlo, Netanyahu tendrá que ofrecer a Herzog una alternancia en el cargo de primer ministro", afirmó Caspit.
¿Tentaría a Herzog la promesa de una reforma constitucional que sacase a Israel del actual sistema multipartidista? El líder laborista fue claro hoy: "No tenemos previsto rescatar a Netanyahu de la zanja que el mismo cavó", afirmó. (DPA)